La historia de Cynthia Tarragó, una exdiputada que fue ascendiendo en la política con muchas ambiciones y terminó siendo descubierta por el FBI, procesándola por lavado de dinero junto a su marido Raimundo Va, en noviembre del 2019.
Para ese entonces, tanto fue el susto despavorido de la ANR, que la expulsaron de su padrón días después, olvidándose de sus tantos otros condenados e imputados. La decisión se hizo sentir y se generó el debate. Personajes como Ulises Quintana, Óscar González Daher, Javier Zacarías Irún, Miguel Cuevas, entre otros, nunca fueron apartados, ni siquiera estuvieron cerca de estarlo.
Al parecer, el Partido Colorado le tiene pavor a la justicia estadounidense y apretaron el botón de pánico para soltar la mano a quien ya había sido anunciada como la apuesta para la intendencia de Asunción por Honor Colorado, tan solo días antes.
El pecado de Cynthia Tarragó fue no saber mantener el punto de equilibrio, esa delgada línea que convierte a la ambición en codicia. Ese deseo voraz de riqueza anuló su capacidad de percibir el riesgo de lo que puso en juego; su reputación, su libertad e incluso, su rol de madre.
Días atrás, saltó la noticia que se declaró culpable de lavado de dinero del narcotráfico, se expone a pasar hasta 20 años de cárcel, lejos de su país y suficiente tiempo para reflexionar que ‘más’ no es sinónimo de ‘mejor’.
Esto es una llamada de atención a quienes se sienten exonerados y andan campantes como si nada, hasta que Estados Unidos toque su puerta y se escondan debajo de la cama. Colorín colorado.
