Si la iglesia católica está enojada con el Gobierno porque no se permiten misas multitudinarias, sus lideres naturales deberían entender que operan en un Estado laico en donde la unidad de medida republicana es el ciudadano, sujeto de derechos y deberes y, en el caso de quienes gobiernan en su nombre, agregan además atribuciones y potestades cedidas dentro de un estado de derecho y de un régimen de democracia representativa.
Este esquema garantiza que los actos y disposiciones emanados del Poder Público tengan imperio y sean acatados por el bien general. La cuarentena obligatoria y las medidas de salud pública puestas en práctica, por duras y antipáticas que sean, apuntan a minimizar el impacto de una epidemia grave y a salvar la mayor cantidad posible de vidas.
La eficacia de estas medidas de emergencia se basa, en gran medida, en el sentido de responsabilidad del ciudadano. Y en donde ese valor esté ausente, entrará en funciones el poder coercitivo legal del Estado. Así funciona una sociedad civilizada.
El enojo de algunos líderes de la iglesia católica se basa en que el formato de las comunidades religiosas no coincide con el de una república normada por la Constitución, integrada por ciudadanos libres y con autodeterminación política razonablemente estructurada.
A la iglesia, en cambio, le gusta hablar de “grey católica”. ¿Qué es una grey? Según el DRAE, “rebaño de ganado menor o ganado mayor”. Y en segunda acepción, “congregación de los fieles cristianos bajo sus legítimos pastores”. Una figura retórica medioeval por completo anacrónica, pero de uso aceptado por las feligresías que siguen a su pastor sin mayores discusiones; y si el pastor dice que hay que llenar las iglesias, el argumento del aislamiento social no corre para ellos.
Pues bien, les tenemos una noticia: eso por el momento no está permitido. Como tampoco abarrotar cines, canchas de futbol, casinos o clubes nocturnos. Es una pena que el obispo esté enojado. Más bien tendría que ahorrar energías y probar alguna forma de liturgia a distancia.
Otras áreas de actividad social lo hacen y con bastante éxito. Se viene otro mundo, señores. Los cambios son inevitables. La iglesia católica se ha repuesto de hecatombes mayores y salió fortalecida. Quién sabe si esta no es una nueva prueba para su milenaria capacidad de adaptación.