“Esto -los incendios- tiene que ver con la irresponsabilidad de la ciudadanía, al paraguayo le gusta quemar…”
La liviandad de este juicio pertenece a un alto funcionario de la Secretaría de Emergencia Nacional, quien se respaldó en cifras del Instituto Nacional de Estadísticas para agregar que el 65% de la población urbana quema sus basuras. ¿No le dice nada esa estadística?
“Ciudadano irresponsable”, “al paraguayo le gusta quemar”… Alguien que está en la función pública debiera ser un poco más riguroso en el análisis de un problema de base: el fracaso continuado de los municipios en encarar con seriedad y sostenibilidad un sistema de recolección y disposición final de residuos domiciliarios, comerciales y de cualquier otro origen.
No nos cansaremos de repetir, en esta sección, que la miopía y la incapacidad de la clase política para abordar soluciones comunes para problemas comunes va prolongando y agravando un problema de fondo que en otras ciudades de la región fue solucionado hace tiempo y, es más, convertido en negocio.
Una sociedad puede definirse muy bien por la forma como dispone de la basura. En el Paraguay estamos prácticamente como en la Edad Media, tirando los desperdicios en cualquier parte, sin control alguno y, ante la propagación permanente de grandes basurales, la gente encuentra una solución prendiéndoles fuego.
El vocero de la SEN fue un atrevido al calificar “al paraguayo” casi como un incendiario compulsivo. La realidad es que ante la falta de una solución eficiente por parte de los municipios, cada quien actúa según la tradición: tirando la basura al raudal cuando llueve, o quemándola cuando se acumula.
Los municipios del Área Metropolitana tendrán que pasar, alguna vez, de la categoría de administración bolichera de hoy a una verdadera gestión municipal que responda eficientemente a la demanda ciudadana. La recolección de la basura y la dotación de una red cloacal deben ser objetivos esenciales, prioritarios, pues sobre ellos descansa la salud poblacional. Las intendencias y las juntas municipales deben superar la inercia y dedicarse a algo más que a cobrar sueldos. La gente espera auténtico servicio, y una acción coordinada que apunte a una paulatina mejora en la calidad de vida.
Por ahora, todos los municipios, casi sin excepción, están aplazados y con asignaturas pendientes cuya nota sabrán este fin de año, después de las elecciones municipales.
