Es aburridor, cansador y desgastante tener que machacar con tanta frecuencia el mismo tema. Cualquiera lo abandonaría si a la vez no fuera indignante. Es número puesto referirse a comienzos de año a las escuelas tapera, las mango gype, las de paredes descascaradas y ventanas con vidrios rotos, con pizarrones manchados por la humedad, bancos destartalados, servicios higiénicos asquerosos, falta de agua potable, bibliotecas inexistentes… Muchos insisten en ver en esta condición lastimosa de la escuela pública el resultado de una mala gestión al frente de la cartera de educación. Correcto, pero esa es apenas una faceta de un tema mucho más complejo. Es, más que nada, una cuestión de prioridades de Gobierno. Y no nos referimos sólo al actual, sino a la conducta recurrente demostrada por cada tanda de políticos instalada en el poder. Todos emiten, a su turno, la misma cháchara sobre la importancia de la educación, la salud, la seguridad, etc.
Pero no hacen absolutamente nada para convertir en realidad su palabrerío electoral hueco y sin significado alguno. ¿Prioridades? Veamos. Un maestro gana por turno –si tiene suerte- algo así como Gs. 4 millones. Si quiere llegar a ocho debe matarse trabajando hasta 12 horas y, generalmente, peregrinando de una institución a otra. En tanto, un asistente administrativo de la ANDE con título de bachiller gana 11 millones, un funcionario cualquiera del BCP con ciclo básico recibe 20 millones y a un “auxiliar de guardia” de Petropar, que no asistió ni a la primaria, le pagan 23.500.000 sin contar los “beneficios extraordinarios”.
Esas son las prioridades del Gobierno, del actual que las heredó de los anteriores y que a su vez llegará a sus sucesores, que seguirán mostrando la misma indiferencia a la miserable educación que reciben hoy nuestros niños y jóvenes en el sistema escolar público. En el tema en cuestión se puede aplicar una antigua fórmula semántica y con resultados bien ajustados a la realidad: “Dime cómo tratas a los escolares y te diré qué importancia le estás dando a la educación”.
Cuando un niño debe estudiar bajo un árbol, sin un lugar decente dónde hacer sus necesidades ni agua fresca para beber, quiere decir que al Gobierno y a la “comunidad educativa” les importa un corno la educación.
Así de brutal.