Es una pena tener que decirlo así, con términos tan drásticos. Pero la verdad es que somos una vergüenza de clase mundial en materia de seguridad pública. No se escapan más de 70 tipos de una cárcel si no existe una vasta red de inepcia, corrupción y complicidad por parte de quienes tienen a su cargo velar por la seguridad pública.
Y no son unos presos cualquiera los que se evaporaron de la cárcel pedrojuanina, sino elementos del Primer Comando Capital, la organización criminal más grande del Brasil que cuenta con por lo menos 20.000 integrantes. Son sujetos de alta peligrosidad, con densos antecedentes policiales y judiciales y con un poder intimidatorio capaz de meter miedo a cualquiera. Habría que remontarse a los delirios cinematográficos más trepidantes de Stallone, Schwarzenegger o Bruce Willis para tener una idea de lo que son capaces y de la variedad y poder de las armas que tienen a su disposición.
Suponemos que ni bien supo la noticia, el presidente Mario Abdo Benítez debe haber convocado a su gabinete de crisis. Y si no lo tiene, es hora de que vaya armándolo. Porque lo que se le viene encima con este escandaloso suceso sobrepasa todo marco referencial. No hay precedentes de un hecho tan lesivo para la integridad institucional del país. Toda la arquitectura de seguridad pública se resquebraja, hace agua, se derrumba. Una verdadera procesión de criminales pasó ante las narices de guardias que no vieron nada, no escucharon nada, no sospecharon nada. O inútiles redomados o corruptos totales. Tal vez ambas cosas.
MAB está en problemas verdaderamente serios, más de los que quizá esté considerando. Tendrá que revisar muy bien con quiénes está gobernando el país. Y si no está durmiendo con el enemigo, que sería lo más peligroso.
