La WNBA y el sindicato de jugadoras del baloncesto profesional estadounidense femenino han llegado a un acuerdo para aprobar el borrador del que saldrá el nuevo convenio colectivo de la competición, un paso histórico para un baloncesto femenino que llevaba unos años en un ascenso mediático que las jugadoras querían ver reflejado también en la mejora de sus condiciones laborales, muy limitadas y que no cuadraban con las competiciones masculinas ni siquiera a nivel proporcional (los números brutos son obviamente incomparables).
En los tres últimos años, y sobre todo desde que la NBA reforzó su apuesta por potenciar la liga femenina, esta ha vivido un crecimiento exponencial tanto en popularidad como en audiencias televisivas y una asistencia a canchas cuya media está ya cerca de las 8.000 personas.
La venta de merchandising subió un 18% entre 2017 y 2018, en ESPN2 ven cada partido de la WNBA unas 240.000 personas, pero las condiciones de las jugadoras eran más propias de las ligas masculinas en los años cincuenta, más allá de que muchas de ellas tenían que jugar en otros destinos como Europa o China en los meses sin temporada.
Brittney Griner, número 1 del draft en 2013, ganaba 49.000 dólares en Phoenix y 600.000 en China y una leyenda como Diana Taurasi renunció a una temporada WNBA para centrarse en el Ekaterimburgo ruso, donde cobraba más de un millón de dólares cuando en la WNBA el sueldo más alto no pasaba de 107.500 anuales.
Las jugadoras de la WNBA estaban recibiendo, por convenio, menos de un 25% de los beneficios totales de la liga, cifra que en la NBA ronda ahora el 50%.
Así que las jugadoras no estaban dispuestas a mantener esas condiciones y finalmente han conseguido cambiarlas en un nuevo convenio colectivo que se puede considerar histórico para la WNBA. Las jugadoras mejor pagadas, en un nuevo acuerdo por ocho años (2020-2027, con cláusula de salida para ambas partes después del sexto año) que ahora será ratificado de forma oficial, pasarán de tener un salario base de 117.500 dólares a uno de 215.000.
Además, mejoran las condiciones en la agencia libre, los viajes de los equipos y las necesidades por maternidad o planificación familiar con nuevas opciones de desarrollo en las carreras profesionales de las jugadoras y posibles modificaciones en el sistema de reparto de beneficios. “Es un día histórico, estoy orgullosa de las jugadoras. Han sido duras negociando, han estado unidas, han llevado el debate a muchos temas muy importantes” ha ratificado la comisionada Cathy Engelbert.
Es el quinto convenio colectivo aprobado en la WNBA desde la formación de la competición en 1997 (1999, 2003, 2008, 2014), y además del aumento en los salarios máximos incluirá una subida en el salary cap (el tope salarial de las franquicias), que en 2020 será de 1,3 millones para cada franquicia (estaba en 996,1 en 2019). También subirán en un 53% los ingresos posibles por bonus de rendimiento, porcentaje de ganancias y premios, acuerdos de marketing.
Las mejores jugadoras podrán superar con todas estas cantidades los 500.000 dólares de ingresos, con la media en unos 130.000. El reparto de beneficios puede acabar acercándose al reivindicado 50% por bando (jugadoras y patronal) si se cumplen algunos criterios de crecimiento organizacional.