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El Panteón Nacional de los Héroes: De todos y a la vez de nadie

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Sin identidad, fin o razón de ser, el Panteón Nacional de los Héroes se erige en el centro de Asunción, con un problema de bicefalia por la errónea unión de un simbolismo religioso y cultural. Actualmente, cuatro son las instituciones que se dividen el control del lugar: el MOPC, las Fuerzas Armadas, el Arzobispado y la Municipalidad, desvirtuando aún más el recinto por la total falta de autoridad del mismo.

Primeramente erigido como el Oratorio de la Virgen de la Asunción, por iniciativa del Mcal. Francisco Solano López, la historia del Panteón Nacional de los Héroes se debate entre una serie de incompatibilidades, pues para el arquitecto e historiador, Jorge Rubiani, aparte del aspecto simbólico funcional, arquitectónicamente un mausoleo es totalmente diferente a un templo religioso.

Este hecho hace que la edificación no cuente con una representación establecida a través de una figura de autoridad, debido a que no tiene un fin determinado o una identidad propia, dividiendo la atención de su amalgama religiosa y cultural entre cuatro instituciones: el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), encargado de la infraestructura; las Fuerzas Armadas, la cual provee de guardia al lugar; el Arzobispado, que se encarga del ritual católico y la Municipalidad de Asunción, encargada del sereno y la limpieza.

Sin embargo, para comprender esta falta de figura a la cual se pueda atribuir toda la responsabilidad del Panteón, se debe realizar un análisis del mismo no solo por su historia, sino también por el proyecto arquitectónico que terminó por marcar su verdadero quiebre simbólico.

HISTORIAL DE ERRORES
Rubiani comentó que todos los pueblos del mundo cuentan con un altar de la patria o un mausoleo en los cuales se depositan los restos de aquellas personas que contribuyeron a su engrandecimiento y defensa; esa es la misión de estos monumentos, por ello cualquier institución que se haga cargo de su cuidado debe estar al tanto de esta representación.

En Paraguay no había un panteón y se plantea el proyecto de hacerlo, tras la pretensión de reivindicar la memoria del Mcal. López, a quien se le atribuyó toda la desidia atravesada por la Guerra de la Triple Alianza.

“Con el golpe del 17 de febrero de 1936 se produce el interés de los gobernantes de convertir el oratorio de la Virgen en un panteón. En un principio, el interés estuvo centrado en traer los restos del Mcal. López, sin embargo, la edificación ya había nacido con una serie de anomalías congénitas”, desató el historiador.

Jorge Rubiani 

La primera irregularidad se desarrolló ante la falta de una minuciosa investigación sobre el lugar en el cual habría sido enterrado el Mariscal, trayendo sus supuestos restos sin ninguna certificación científica ni el cuidado de su verificación. Por ello, Rubiani afirmó que, en definitiva, los restos del Mcal. López no se encuentran en el panteón.

Posteriormente, dijo el arquitecto, se había desatado una controversia porque se iba a desnaturalizar un oratorio erigido por el Mariscal para convertirlo en un panteón. Así, cuando los liberales nuevamente asumieron el poder, se abocaron en traer a otras figuras populares como Carlos Antonio López y el Cnel. Eduvigis Díaz, para lo cual tampoco se tuvieron los cuidados suficientes.

El historiador continuó diciendo que cuando muere el Mcal. José Félix Estigarribia, lo llevan al panteón junto con su esposa, cuando la misma no poseía ningún mérito para estar allí. Así también, llevan al soldado desconocido de la Guerra del Chaco, a Bernardino Caballero y durante 1961, en uno de los cementerios de Quyquyhó se detectan los restos de Antonio Tomás Yegros y es llevado al panteón.

“Pero, ¿dónde están los otros próceres? No se sabe dónde están el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe, los hermanos Montiel y varios más, pero tampoco nadie se preocupó en indagar dónde podrían estar los restos de cada uno”, determinó Rubiani.

Más aún teniendo en cuenta que se habla del Panteón Nacional de los Héroes y se supone es el altar de la Patria, el mausoleo nacional, que poseen todos los países del mundo para venerar y reivindicar la memoria de sus héroes y figuras históricas.

Caracterizado como el elemento simbólico más importante de la historia y la cultura de la patria, el Panteón Nacional de los Héroes termina dividido por una falta de identidad determinada. Según Rubiani, el oratorio debe volver a su condición original prevista por sus creadores y el mausoleo nacional debe tener otra ubicación, para así separar ambas finalidades y brindarles identidades autónomas e individuales.

“El recinto debe tener una justificación para transmitir el simbolismo esperado porque actualmente no posee eso. Si no existe una rutina, un ceremonial y un protocolo para usar el edificio, este no tiene ningún significado y lamentablemente termina siendo una simple sobra de las demoliciones que se hicieron a lo largo de nuestra historia”, aseveró.

SIN IDENTIDAD NI AUTORIDAD
Observando el organigrama del Estado, el arquitecto Rubiani determinó que las cuestiones culturales, históricas y simbólicas deben estar a cargo de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), pero la misma no cuenta con ninguna dependencia en la edificación.

Por ello, al final son cuatro instituciones las “encargadas” de responder ante el Panteón Nacional de los Héroes. Sin embargo, para el historiador se habla de una ineficiencia compartida entre las autoridades porque de esa manera no se puede cuidar un patrimonio, dividiéndose cada pedacito del recinto.

Según el arquitecto Ramón Gutiérrez, que es consultor de la Unesco por asuntos del patrimonio, el Panteón Nacional de los Héroes es una réplica a escala menor de la Basílica de Superga, en Turín, pero tiene el enorme contrasentido de ser convertido en un mausoleo para fines que no son religiosos.

Paralelamente, teniendo en cuenta la reconversión, todos los domingos a la mañana se celebra la misa en el panteón, dando paso a una bicefalia religiosa y cultural por una completa falta de determinaciones edilicias y simbólicas en el recinto.

El mismo se siguió desvirtuando hasta los tiempos actuales, tras la restauración que se había desarrollado, la cual resultó algo irresponsable al no tener una información profusa del significado de la construcción.

“Restaurar quiere decir ‘volver a su condición original’ o lo más parecido a ella y debemos saber qué se quiso hacer porque con el paso del tiempo se dispuso una habitación para que el padre se cambie durante los rituales religiosos y también se instaló una sala para la distensión de los guardias”, subrayó Rubiani.

Continuando con el recuento de la falta de valorización hacia la edificación, el historiador comentó que antes de la pseudorestauración, el panteón fue el mingitorio a cielo abierto de todos los cambistas y vendedores ambulantes de la zona.

“Esta situación llegó a tal punto extremo que yo no sé si lo que deterioró al panteón fue el agua de abajo, teniendo en cuenta que allí pasaba el arroyo del Pozo Colorado, o la orina de arriba, pero sin duda esto contribuyó al daño”, acotó Rubiani.

De esta manera, perteneciendo a todos y a la vez a nadie, se destina la figura del Panteón Nacional de los Héroes a una construcción sin identidad ni razón de ser, sumiendo la edificación que debería ser un claro simbolismo imponente en el centro de la capital, a un simple resto edilicio que quedó de nuestra historia, desvirtuándola para reducirla a un inmerecido final triste y corroído.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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