Se va 2019 y Asunción languidece como una de las capitales más des equipadas en servicios públicos del continente, tal vez sólo superada –en abandono- por Port Au Prince, la desdichada capital de Haití devastada y sacudida a lo largo de su historia por feroces terremotos (1751, 1770, 1842, 1887, 1904 y 2010). Asunción, sin fenómenos naturales significativos en sus 482 años de existencia, presenta hoy una imagen lamentable que sólo habla de desidia, incompetencia y, claro, corrupción que se come desde su interior mismo los mejores recursos.
El monumento al abandono por antonomasia son los majestuosos restos del “Metrobus interruptus” que jamás pasó de un puñado de cuadras pavimentadas. Concebida como una megaobra de transformación urbana terminó siendo un guiñapo de ingeniería inacabada y ocupada hoy por mercachifles, conductores a la búsqueda de estacionamiento o como playa de exhibición de automóviles. Claro que la “obra” transformó su entorno… regándolo de negocios en quiebra, mudanzas, pérdida de plusvalía de propiedades y una rabia acumulada por sus moradores contra administradores públicos incapaces de terminar una simple obra.
Da pena decirlo pero mientras el Metrobus asunceno solo acumula papeles y querellas inacabadas, Buenos Aires tiene 8 líneas nuevas, San Pablo está a punto de inaugurar dos monorrieles (que también se habían pensado para Asunción) y Ciudad de México acaba de culminar un Metrobus de 125 kilómetros con 239 estaciones por donde los buses corren a un promedio de 40 kilómetros por hora.
Otro cuento con el que nos estuvieron durmiendo durante años fue el famoso “tren de cercanía”, que hoy luce más lejano que nunca. Si no pudimos hacer un simple sendero dedicado para ómnibus, imaginemos lo que será tender los rieles de un tren, algo que se hizo bastante rápido… ¡hace 158 años! Hoy no somos capaces siquiera de liberar la franja de dominio.
Se va 2019 y Asunción debe conformarse con un aeropuerto emparchado y remendado mientras el creciente tráfico turístico exige un aeropuerto del siglo XXI.
Seguimos anclados en el pasado, envueltos en charlatanería barata y conformándonos con sobras a medio recocinar.
¿Qué le traerá el 2020 a la muy noble y muy ilustre?