“Ojalá le pueda demostrar al pueblo que yo soy Marito del siglo XXI y que con mi conducta se puedan con el tiempo sentir tranquilos…espero una justicia valiente e independiente. Solamente va a haber paz en el Paraguay si funciona la justicia», decía en su discurso Mario Abdo Benítez, cuando tomó el poder aquel agosto de 2018.
Tres años después, “Marito” vive en una burbuja que le impide ver a un pueblo sufrido, harto de promesas, con un sistema de salud colapsado y altos índices de desempleo. El presidente paraguayo ha sido el blanco de críticas, memes y abucheos ante la falta de eficacia en su administración.
Primeramente, hay que mencionar que Abdo está marcado por pertenecer a una familia muy cercana al exdictador Alfredo Stroessner, quien dejó unos 400 desaparecidos, más de 20.000 detenidos, torturados y decenas de miles de exiliados, según la Comisión Verdad y Justicia.
El actual presidente construyó su imagen y su plataforma política a partir de su supuesta resistencia al cartismo, sin embargo, poco tiempo después quedó oficializado el pacto con quien él llamaba “el mayor contrabandista del Paraguay”.
Según informaciones de medios locales y el Diario El País, el Gobierno de Abdo Benítez tuvo una crisis que casi le cuesta un juicio parlamentario en julio de 2019, por negociar en secreto con el Gobierno brasileño de Jair Bolsonaro la renovación del tratado que rige Itaipú, la represa de mayor producción del mundo, que en 2023 debe ser actualizado, pero el movimiento Honor Colorado, del expresidente Horacio Cartes, le salvó, quedando así Abdo atado de manos para el futuro, con una constante amenaza de los portavoces de Honor Colorado de que pueden destituirle cuando quieran.
LA AYUDA DE MARITO
El escaso margen de victoria de aquel agosto de 2018 de elecciones y las serias sospechas de fraude electoral, minaron desde el primer momento la legitimidad del autodenominado “Marito de la gente”, pero los gremios empresariales y del agronegocio, sellaron su incondicionalidad a cambio del compromiso presidencial de no modificar el injusto esquema tributario y la defensa a ultranza de la propiedad privada.
Según Base Investigaciones Sociales, una institución dedicada a la investigación social, basada en la realidad política, económica, cultural del Paraguay y América Latina, en medio de una de las inundaciones más fuertes tiempo atrás, el gobierno priorizó la ayuda y el salvataje a los sojeros dejando olvidados a los pequeños productores. Los reclamos campesinos siguieron llegando como cada año y la respuesta fue siempre la firma de algún compromiso que al tiempo acababa por romperse.
La Reforma Agraria tampoco formó parte de la agenda política del Ejecutivo, más allá de la entrega de algunos títulos de propiedad a campesinos que ya estaban ocupando esos terrenos.
Por otro lado, la institución señaló que el Gobierno fue incapaz de dar respuestas a los reclamos de los pequeños productores (mandioqueros, yerbateros, sesameros y otros) que se movilizaron en diferentes regiones del país y que incluso llegaron a la capital. Decenas de desalojos a comunidades, asentamientos y ocupaciones campesinas se dieron durante el primer año de Abdo al frente del país.
El estudio de Base IS indicó que esta violencia se reflejó también en los casos de ocupaciones urbanas o semi-urbanas, donde familias sin techo, en su mayoría expulsadas del campo por el modelo de agronegocios, luchan por sobrevivir; imágenes sumamente violentas de represión hacia estas familias, chozas quemadas y ciminalización fueron una constante bajo la lógica del gobierno de priorizar y proteger la “propiedad privada” por encima de cualquier otro interés social.
El Ejecutivo no tuvo la capacidad de encontrar salidas adecuadas para paliar los efectos de la crisis, en medio de una baja ejecución presupuestaria, las únicas obras públicas de infraestructura vial se enfocan nuevamente a favorecer el modelo extractivista, la ampliación de rutas de la soja, y el corredor bioceánico, además de los puentes con Brasil buscan facilitar la extracción de materia prima del país para favorecer los intereses del sector agroexportador.
SE LE FUE DE LAS MANOS
En medio de una de las mayores crisis económicas y sanitarias por las que atraviesa el mundo dada la llegada de la pandemia, Paraguay no ha tenido un presidente empático con la gente, al contrario, su gestión fue calificada por su pueblo como pésima.
No ha mostrado hasta ahora mucha sensibilidad con los más de 15 mil fallecidos por el Covid en el país, y solo la cooperación internacional fue la que ayudó a que Paraguay avanzara con su proceso de inmunización.
El presidente no encuentra un mecanismo de entender la realidad que le toca administrar. No puede ponerse en la condición de las personas cuyos familiares se encuentran internados o han fallecido.
Cansados de promesas y en medio de muchas necesidades, el pueblo salió a las calles para reclamar insumos y la justificación de US$ 1.600 millones que debieron ser destinados a la Salud Pública. Unos 10.000 manifestantes protestaron diariamente y el centro era un apocalipsis, vidrios de comercios rotos, algunos saqueos y una veintena de detenidos y heridos.
En medio de la tensión social, hubo un intento fallido de juicio político contra Abdo Benítez, que terminó con la sede del gobernante Partido Colorado en llamas.
Según el medio español, Paraguay es el país con el índice de autopercepción de la corrupción más alta en América del Sur después de Venezuela, según el estudio anual elaborado por Transparencia Internacional. El país lleva desde 1954 gobernado por la misma formación política, el Partido Colorado, excepto entre 2008 y 2012, cuando el presidente fue el exobispo “de los pobres” Fernando Lugo del Frente Guasu (izquierda), que ganó sorpresivamente, aliado con el tradicional opositor Partido Liberal (centro-derecha). El Gobierno de Lugo terminó un año antes de lo que correspondía porque fue sometido a un juicio parlamentario que duró 48 horas y fue destituido.
Ya son 3 años de mandato de Marito y quedan 2 más nada halagüeños, si de empatía se trata, para el pueblo paraguayo.