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Encarnizamiento terapéutico

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El muerto se llama Acepar y los diputados quieren resucitarlo

Puede sucederle al mejor médico cuando se empecina en tratar de salvar a su paciente utilizando todos los medios a su alcance sin admitir que el enfermo ha llegado al final de su ciclo vital. Se llama encarnizamiento terapéutico, es decir, en vez de cambiar el tratamiento insistir en el mismo remedio pero aumentando la dosis.

Con los cuidados del caso, se puede trasladar esta figura a la economía. Es precisamente lo que se intenta hacer con la fallida fabrica de acero cuya razón social está en un limbo: no ha logrado convertirse en empresa privada pero tampoco ha dejado de ser pública. Es una suerte de “walking dead” que sobrevive vendiendo chatarra, traficando con leña y, últimamente, dedicándose a envasar oxígeno para los hospitales, este último, todo un hallazgo, lo que podría llamarse “un nicho de mercado” no previsto en el pringoso manual de funciones del difunto.

Para encarajinar más el tema, algunos voluntariosos legisladores han champurreado unos cuantos proyectos enderezados a que el Estado paraguayo recupere lo que llaman “el pleno dominio público para la titularidad de la planta siderúrgica”, etc. Y da sus motivos: re encauzar (en el original encauzar está escrito con “s”, lo cual cambia totalmente el sentido del verbo) el orden funcional de la planta, preservar los derechos humanos de los empleados y salvaguardar la provisión de un producto estratégico… etc. Uno de los mamotretos encomienda al Gobierno a “cuantificar la inversión necesaria para que la planta se adapte a los rigores de la alta producción…” y vaguedades por el estilo.

El museo a cielo abierto llamado Acepar tiene más de 60 años de obsolescencia. Debe cargar en su historia el mayor número de intentos de privatización, leasing, alquiler, reactivación y golpes financieros por el estilo que fueron aumentando su pasivo y llenando de oxido sus instalaciones. Si la construcción en el país dependiera de Acepar aún estaríamos en la era de Pedro Picapiedra.

Felizmente, la iniciativa privada ha venido en auxilio de una producción de acero para la construcción eficiente, de calidad y a precios de mercado.

En vez de resucitar al muerto, como lo intentarán hoy los diputados, harían bien en extenderle su certificado de defunción. Será más piadoso y, sobre todo, barato para el Estado que debe concentrar recursos en otras cosas, por ejemplo, comprar vacunas e inmunizarnos a todos.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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22-11-24