Muchos ministros del Poder Ejecutivo podrían ganarse honradamente la vida como comentaristas de prensa o como analistas de consultoras. Es notable como algunos de ellos ejercen como cronistas, apelando incluso a figuras retóricas que pueden dar envidia a más de un colega de los medios.
“Dicen que el Chaco a la noche parece un árbol de Navidad de tantos aviones que bajan” confiaba al colega La Nación la ministra de la Senad. Incluso arriesgó un vaticinio, tal como lo haría un analista de geopolítica. Rolón asegura que la ruta Bioceánica facilitará el movimiento de drogas si no se prevén mecanismos de detección y prevención. Incluso se permitió una comparación con Bolivia que, según dice, “invirtió millones de dólares en radarizar sus fronteras”.
La burócrata habla como si estuviera por fuera del problema. “Si se hace esto, si no se hace aquello…”. ¿Y qué demonios está haciendo ella y su Gobierno para cumplir con la misión para la cual le pagan? Su figura del arbolito de navidad es brillante porque refleja una realidad patética desde siempre: los cielos del Chaco en particular y del país en general son “aire de nadie”, carecen de vigilancia, son “espacio franco”. ¿Cuándo piensan dejarse de amontonar excusas y poner manos a la obra?
La historia de que Bolivia tiene radar, lo mismo que Argentina y Brasil es tan vieja como los sabotajes que vienen sufriendo todos los intentos de instalar radares secundarios en el territorio paraguayo. La explicación es sencilla: un radar secundario es un sistema que permite la identificación y seguimiento de aeronaves. Todo avión pequeño, mediano, grande, civil o militar, debe tener instalado y activo un traspondedor que cuando el radar de tierra le requiere identificación inmediata, el traspondedor responde automáticamente brindando toda la información requerida. Acá, esa función no existe y hay que pedirla prestada a Brasil o Argentina.
Mientras tanto, para hablar de recursos escasos, el Vicepresidente de la República se pavonea de punta a punta del país a bordo de un Cessna 208 Caravan de 12 pasajeros, de la Fuerza Aérea, suficiente para acarrear su entorno cortesano. Es un avión caro, con 2.000 kilómetros de autonomía y que el vice derrocha yendo a discursear en Yhú o Puente Kyhá.
Diagnósticos y ministros-comentaristas sobran. Ahora falta alguien que ponga manos a la obra.
Pero…