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James Bond y la guerra fría

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Por Cristian Nielsen

Cuando en 1962 se estrena “El Satánico Dr. No”, el “telón de acero” descrito por Winston Churchill había caído hacía 15 años y la “guerra fría” llevaba más o menos ese mismo tiempo de vigencia. El mundo se había dividido en dos bloques bien definidos: al este los estados socialistas férreamente regidos por Moscú; al oeste, las economías capitalistas más o menos alineadas con Washington, con la excepción de la díscola Francia de deGaulle que pretendía liderar la denominada “tercera posición” o los “no alineados”, un confuso conglomerado de gobiernos de todos los colores.

En este escenario salta a las pantallas de cine un disruptivo héroe que rompe los paradigmas del cowboy noble y valiente para instalar el asesino frio, con autorización para matar sin consecuencias, que maneja una billetera inacabable y dispone, sin cargo alguno de conciencia, de las más bellas mujeres que le salen al paso.

Frente a Bond, James Bond, van erigiéndose los más variados villanos, todos encarnando elípticamente alguna de las más perversas facetas del imperio ateo, materialista y agresor parapetado al otro lado del muro.

Tanto el Bond de Sean Connery, como los siguientes que lo encarnaron, se mueven con absoluta suficiencia en ambos mundos, creando no poca confusión en el cinéfilo acostumbrado a que el bien triunfe sobre el mal, siempre.

Es ahí donde empieza la leyenda de 007.

INTRIGAS Y LIBROS

El creador del personaje fue Ian Fleming, quien antes de escribir sus 17 novelas de intriga y acción, fue oficial de inteligencia británico en plena II Guerra Mundial. Como asistente en el Almirantazgo, se empapó de las intrigas y conspiraciones que impregnaban el mundo en guerra.

Finalizado el conflicto e instalada la guerra fría, la idea de un espía sagaz, valiente, inteligente y asesino fue tomando forma  hasta que en 1953, Fleming publica su primera novela, “Casino Royale”.

Esta no sería la primera película, sitio de honor en la serie que le tocaría al “Satánico Dr. No”, un misterioso hibrido de chino y alemán que opera en Jamaica una especie de fábrica que en realidad es un centro interceptor de misiles de Cabo Cañaveral. Como se ve, el planteo será, capítulo por capítulo, una combinación de héroes, villanos y victimas envueltos en conflictos de baja intensidad dentro de la guerra fría. “Dr. No” costaría US$ 1.100.000 y recaudaría alrededor de US$ 60 millones, una relación 60-1 que difícilmente se volvería a lograr en la industria del cine.

EL MODO BOND 

Cuando se estrenó en Asunción, bien entrados los ’60, el agente 007 cambió para siempre el paradigma del héroe cinematográfico. Hasta entonces, el muchachito disparaba de frente y de vez en cuando se quedaba con la chica, pero a las buenas, para casarse y todo lo demás.

Bond era la antítesis, un verdadero cabrón dirían los españoles. Disparaba sin aviso, con silenciador y desde un ángulo seguro. La primera chica que se llevó al final de “Dr. No”, Ursula Andress, marcó la pauta del “touch and go”, romances efímeros, teatrales y sin compromiso alguno.  Aunque invariablemente “limpiaba” a sus adversarios en el póker, nunca se le pudo probar trampa alguna.

Impuso la moda del dry Martini “agitado, no revuelto” (shaken, not stirred) por una cuestión de química básica. Según parece, el dry Martini agitado elimina casi todo el peróxido de hidrógeno contenido en la mezcla mientras que el revuelto lo conserva casi todo. Eso, sentenciaba el agente secreto, altera el gusto de la bebida. Inaceptable.

Bond flirteaba invariablemente con Moneypenny, secretaria de M, el mítico jefe de Bond quien anunciaba su presencia embocando desde la puerta su sombrero bombín en el perchero de la oficina. Q, el armero oficial, era el encargado de dotar a Bond de las más insólitas armas de defensa personal.

LA ERA BOND

A partir de aquí dejaré de lado la imparcialidad y diré que, para mí, el personaje James Bond tuvo sentido mientras lo interpretó Sean Connery. Los siguientes actores que lo encarnaron no fueron sino grises copias de lo mismo.

Tampoco es cuestión de hacer una exégesis sobre la verosimilitud del héroe y sus historias. Dada la intensidad y frecuencia de los conflictos en que se vio envuelto a lo largo de la saga, las posibilidades de Bond de salir indemne difícilmente hubieran sobrepasado, en el mundo real, la segunda película. Pero para eso está, precisamente, el cine de aventuras, para rescatarnos de la rutina gris y sumergirnos en un torrente de acción en que los protagonistas buscan salvar al mundo. No siempre lo logran, pero se las arreglan para salir vivos y dejar las cosas listas para el próximo capítulo.

El “modelo Bond” conviviría, por algunos años, con una réplica televisiva llamada “El agente de CIPOL”, dos activos servidores de la ley que luchaban contra la perversa THRUSH, una organización maligna que buscaba imponer el dominio mundial. ¿Se entiende la idea, verdad?. Más adelante surgiría una parodia, el Agente 86, torpísimo agente del recontra espionaje. Y una docena larga de otras versiones de agentes secretos más o menos glamorosos.

Cuando en 1989 cae el muro de Berlin y en 1991 se desintegra la Unión Soviética, el escenario de la guerra fría terminó de borrarse, quedando un mundo mezclado, confuso y lleno de transiciones.

Vendrán otros conflictos y otros héroes dispuestos a salvar el mundo, no se sabe muy bien de qué lado y hacia dónde.

El tiempo lo dirá.

 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.