La segunda ola del coronavirus está provocando un nuevo efecto colateral en varias naciones del mundo, pues las autoridades de estos países han adoptado medidas restrictivas para contener el avance de contagios. Factor que ha desencadenado marchas y descontento social de la ciudadanías.
En España las medidas restrictivas han puesto en marcha el amparo de un nuevo estado de alarma que están provocando contestaciones ciudadanas, que han degenerado en violencia y detenciones en diez comunidades autónomas. En sólo seis días, con inicio en Barcelona y Oviedo la noche del lunes, se ha desatado una corriente que tuvo continuidad el martes en Sevilla, el jueves en Bilbao y, el viernes, en un día tradicionalmente de inicio de puente, se desmadró por varios puntos de España.
Con casi todo el país confinado, los altercados se recrudecieron: Barcelona, de nuevo; Zaragoza, Valencia, Santander y, con especial virulencia, en el barrio de Gamonal de Burgos. El sábado la marea se extendió a Vitoria, a Logroño y alcanzó ya a Madrid, donde fue atacada la comisaria de Leganitos, junto a Gran Vía. Balance: 33 detenidos y 12 heridos, el tope de todas las algaradas de la semana. Incluso llegó la primera condena del presidente del Gobierno, que culpó a «grupos minoritarios».
El gran temor de la seguridad del Estado es que se produzca un efecto eco y que se pongan en marcha de manera coordinada con alcance nacional, pues ahora se asemeja más a un fenómeno limitado, aunque violento hasta el punto de haber reclamado la máxima atención.