Desde Casas de Benitez (Cuenca- España)
Benjamín Fernández Bogado
Enviado especial
Jose Antonio Rubio construyó más casas que todas las levantadas en tiempos de la dictadura y se fue en medio de un escándalo que lo atribuye en parte a su ingenuidad y a componendas con la justicia local.
Hoy ya no es salesiano, depende del obispo de Cuenca, uno del Opus Dei, y desarrolla sus actividades en tres pequeños pueblos que juntos no alcanzan 2 mil habitantes. Vive en un simpático caserío llamado «Casas de Benítez» donde un hermoso templo de piedra con un austero interior rinde homenaje a San Ginés y a la Virgen del Pilar cuya fecha de celebración casi coincide con su cumpleaños número 74.
El gran proyecto de Villa Madrid en Limpio es una de sus herencias más patentes y está ahí para recordar que se pudo aprender de los errores iniciales para encontrar una fórmula de hacer que el trabajo con los futuros propietarios disminuyera los costos y produjera el milagro de sacar a muchos de la chacarita y sitios ribereños. Fue un gestor apasionado uniendo voluntades públicas y privadas. Sumando recursos de la cooperación internacional y procurando paliar el déficit habitacional del Paraguay que casi alcanza el millón de casas.
“Aprendí muchas cosas en el tiempo que me tocó vivir” dice con cierto dejo de nostalgia. Sus recuerdos en más de 30 años compartidos en el Paraguay están llenos de personajes conocidos del mundo literario, político y social a los que frecuenta con cierta periodicidad en España o en Paraguay. Es claro en afirmar que la iglesia necesita reformular sus prácticas y acercamientos a los cambios sociales y observa que es necesaria una mirada más moderna y acercada a la gente. La misma, con la que él comparte todos los días en el desayuno en uno de los hogares de ancianos cercano a su templo.
El pueblito produce vino y tiene todo el encanto de los caseríos ubicados en esta región de España llena de Molinos de vientos reales e imaginados por Cervantes o con castillos como el del Belmonte o el templo a San Bartolomé que guarda las reliquias de Martín del Castillo, el santo elevado a los altares con el Beato Roque y Rodríguez en 1988 cuando Juan Pablo II pasó por Paraguay. Hasta aquí le persiguen los recuerdos del Paraguay al Padre Rubio.
A pesar de sus años mantiene una vitalidad singular y los temas pasan desde la política a la economía con ese gracejo español que torna cualquier cuestión de un asunto de extremos de imposible reunión. Nunca duran tantos los temas de su España natal sin acabar siendo sustituidos por la nostalgia y el recuerdo del lejano Paraguay que indudablemente lo marcaron a fuego. Con un singular sombrero se despide de nosotros sin dejar de preguntar de hechos y personajes de nuestro país que han quedado profundamente en su memoria y en su vida mientras reparte su vida espiritual entre Casas de Benítez, Casas de Haro y Casas de Guijarro.-