La pandemia nos deja tantas lecciones contradictorias que, realmente, ya no se sabe qué pensar.
Por aquí, este fin de semana, uno de las últimos testeos arrojó un solo caso positivo por sobre las 1.018 muestras analizadas por Salud Pública. Julio Mazzoleni se apresuró a advertir que ese resultado no autoriza a pensar que lo peor haya pasado. Cuidado con las distensiones, parece decir el ministro cuyo discurso comunicacional sigue siendo escueto, sin vueltas y de una gran severidad profesional.
Del mundo, por otro lado, llegan historias increíbles. Mientras el gobierno sueco se arrepiente de no haber implementado la cuarentena, su vecino noruego, en cambio, se arrepiente de haberla llevado a cabo. ¿Cómo? Si, leyó bien. El gobierno de Noruega, que eligió la cuarentena como método anticoronavirus, admitió que actuó por miedo y que no volvería a hacerlo si hubiese un rebrote del COVID19. Pero en la vecina Suecia, el epidemiólogo jefe lamentó que se hayan registrado tantas muertes por el virus y admitió que debió haber puesto en práctica la cuarentena obligatoria para evitarlas o al menos disminuirlas. Tanta contradicción entre vecinos de la misma península es increíble.
En tanto, la conducta de la autoridad sanitaria nicaragüense es incomprensible. No solo no se siguen los protocolos del resto del mundo sino que se hace todo lo contrario. El Gobierno fomenta las actividades colectivas, las clases en las escuelas continúan pese a no ofrecerse el mínimo de seguridad a los alumnos y el circuito turístico funciona a pleno con ferias, fiestas típicas y eventos deportivos que concentran grandes cantidades de espectadores. Según cifras oficiales, hasta el momento solo se han registrado 15 casos de coronavirus y cinco muertes.
La ventaja de Nicaragua es que, siendo una dictadura, el Gobierno maneja a su antojo los datos oficiales en los cuales poca gente cree, según observadores internacionales como Amnesty International, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Human Rights Watch.
Ya lo dijimos antes. Con semejante enredo de experiencias, resultados y pronósticos, los gobiernos no la tienen fácil a la hora de tomar decisiones. Sobre todo, porque las largas cuarentenas terminan agotando la paciencia y moviendo a la gente a actuar con imprudencia. Esperemos que aquí, en tanto, siga imperando la calma.