El presidente Mario Abdo Benítez es descripto por personas del círculo rojo como alguien insondable, que al recibir información o consejos no muestra muchas reacciones y por lo tanto es «difícil de leer». Además, lo describen como alguien que no toma muy a bien la crítica directa si es de sus colaboradores más cercanos. Un rasgo en común con varios exmandatarios.
Confirman la percepción de que, en general, es una buena persona- incapaz de lastimar o hacer daño a alguien- así como la visión popular de cierta falta de sofisticación intelectual que le juega en contra a la hora de hacer «proyecciones finas» acerca de las repercusiones y efectos de sus decisiones.
Es por eso que a veces se apura, otras llega tarde o simplemente la pifia. No sería tan influenciable como muchos piensan. Las decisiones las toma siempre él, dicen. Eso sí, le cuesta negar algo, confrontar o imponer su poder sobre personas por las cuales siente algún cariño personal.
El mostrar dificultad para procesar informaciones muy negativas, hace que su grupo de asesores teman mostrarle una fotografía de la realidad muy incómoda, lo cual colabora con los errores.
La persona con mayor ascendencia política y personal sobre Abdo Benítez es el exdirector de Itaipú, José Alberto Alderete, a quien consulta con regularidad acerca de las cuestiones relevantes de Estado. Lo considera su padre político, y de hecho lo es. Fue Alderete quien introdujo a Marito en las grandes ligas coloradas y terminó dándole el lugar de vicepresidente en su chapa presidencial de las internas coloradas en el año 2007. Fue, además el jefe de la campaña que lo convirtió en presidente. Su renuncia en Itaipú, a raíz del escándalo del acta secreta, fue uno de los momentos más dolorosos de su presidencia, ya que sabía que era un «sacrificio» que su leal compañero de ruta debía hacer para aplacar la ira del pueblo y los medios.
Por debajo suyo se encuentra Benigno López, a quien tiene un respeto especial no solo por ser su hermano, sino porque el actual Ministro de Hacienda se convirtió en cabeza natural de la familia desde hace varios años.
También Juan Ernesto Villamayor, quien es su «sparring» intelectual y con quien tiene ocasionalmente charlas profundas sobre diversos temas y al cual admira por su amplia cultura que abarca el derecho, la historia o asuntos del funcionamiento político y administrativo del Estado. Además de su capacidad oratoria.
El tercero en este segundo nivel de influencia palaciega sería Raúl Silva, un amigo personal de años. A nivel público es más conocido por su paso en la Sindicatura de Quiebras.
El tercer nivel de influencia lo integran Julio Ullón, Jefe de Gabinete Civil de Presidencia y cuyo mayor mérito es haber pasado años en la secundaria con Marito en los pasillos del San Andrés. Un cargo que precisa de alguien con carisma y fuerte capacidad de comunicar, está ocupado por un hombre que pasa desapercibido, quizás porque el propio presidente no tenga interés en que adquiera un perfil más alto.
También se encuentra en ese nivel uno de los nombramientos sostenidos más inentendibles del gabinete: Dani Centurión, asesor político de la presidencia. Un exconcejal de Asunción con quien Abdo Benítez y Hugo Velázquez desarrollaron cercanía durante la campaña presidencial en Asunción. Les habría impresionado el «manejo y coordinación» que tenía de las seccionales en la capital del país. Por ahora, su mayor logro político sigue siendo el ruido mediático generado por la ordenanza que buscaba sacar a los limpiavidrios de las calles. Debería ser Rasputín pero no supera el promedio de un funcionario opaco de ministerio.
Si hubiera que hablar de castas políticas, los «brahmanes» serían Nicanor Duarte Frutos y Calé Galaverna, a quienes Abdo Benítez consulta solo en momentos delicados o a la hora de tomar decisiones políticas complejas.
En el semillero Añetete empieza a ganar favor ante los ojos del mandatario y de manera silenciosa la figura de Hernán Huttemann, el joven asesor técnico legislativo de la presidencia. A él le dieron la confianza y responsabilidad de salir a comunicar cuestiones candentes en los días de la crisis política reciente y sienten que su estilo sobrio y su imagen «prolija» es un activo que el gobierno podría seguir explotando a futuro.
A toda corte le hace falta un bufón, lo cual no implica un tinte despectivo necesariamente. Por esas razones inexplicables que tiene el afecto, el presidente da un lugar especial en su círculo a Rodolfo Friedmann y a su esposa Marly, quien habría sido la persona que le dijo a Marito que su esposo estaba dispuesto a sacrificarse por la unidad del partido saliendo del Congreso pero que era necesario que le dieran algo a cambio. Hoy sabemos que fue el Ministerio de Agricultura. Tras la avalancha de críticas, el Ejecutivo decidió apuntalar al leal soldado de Añetete otorgando US$ 20 millones para inversión en agricultura familiar.