La violencia que, se da por maltratos y que, aún no podemos erradicarla por completo, continúa ejerciendo fuerza en medio de la sociedad; la gente mala, que se mueve por todos lados, en el seno familiar, en el trabajo, en los lugares de distracción, en la política, entre otros ámbitos, avanzando con actos inhumanos, con malas intenciones, con el objetivo de dañar y perjudicar al prójimo, tal situación que se normaliza tanto que el mal comportamiento lo solemos aprobar, aguantar y aceptar, dentro del sufrimiento y de las secuelas que causan estos tipos de actitudes psicópatas que necesitan constantemente en: atacar, manipular, menoscabar, humillar, insultar, burlar a sus víctimas.
Lo que más nos debe preocupar, es como se dan estas situaciones de convivencia con una persona que es psicópata, de cómo logran dominar, controlar y abusar de sus víctimas a través de su inteligencia logran mantener calladas y en absoluta sumisión a niños, adolescentes y/o adultos.
Son ejemplos típicos: los maltratos en las familias, en el ámbito laboral, centros educativos, cuando estos sujetos con comportamientos amenazantes, con abuso de poder intentan pisotear a sus víctimas con juegos psicológicos y/o golpes, sin vacilar, ya que se encuentran permanentemente pensando como maquinar, conspirar, y perjudicar, que no dimensionan las cicatrices que dejan para toda la vida.
¿Por qué callamos, y por qué permitimos el maltrato?
Ante las carencias de afecto, la dependencia económica y emocional, la baja autoestima, la inseguridad, entre otros factores, cuando se observa este tipo de comportamiento psicopático en adultos, es triste cuando vemos y sabemos que ocurre un maltrato, e inconscientemente nos volvemos cómplices, o víctimas perdiendo nuestra propia dignidad, callando años, soportando, e inclusive en algunos casos se repiten los mismos patrones, impidiendo una vida normal.
Todos los días, nos toca lidiar con gente mala que está por todos lados, maltratando en donde sea, con graves problemas mentales, y peor aún con víctimas que sobreviven reprimidas.
Todos somos responsables, de aprobar y aplaudir a “los maltratadores” que corrompen el alma, o de rechazar y repudiar la violencia.
