Los cambios son mucho más profundos de lo que parecen
Estamos tan golpeados por la pandemia que no advertimos aún la profundidad de los cambios que se metieron en nuestra vida. Y no nos referimos sólo a nuestra vida de relación con los demás sino en todos los ámbitos, tanto el trabajo, como en el ocio, la cultura, la educación y, sobre todo, las prácticas higiénicas que hemos debido incorporar a las que ya veníamos utilizando desde siempre. El lavado de manos, el alcohol en gel y el uso del barbijo (no tapabocas, forma errónea de nombrar el adminículo) quedan para siempre. Cuando la luz roja cambie a verde, anunciando el fin de la pandemia, nos va a ser muy difícil no guardar distancia de los demás, darnos la mano y abrazarnos como en los viejos buenos tiempos. Un estornudo lo equipararemos a una agresión y alguien sonándose la nariz va a encender inconscientemente la alarma, sobre todo si se producen en un ambiente cerrado.
Habremos aprendido, por las malas, lo que culturas orientales como la coreana y la japonesa han internalizado hace décadas. Y es que cuando las autoridades de salud lo indican ante la aparición de alguna nueva cepa de influenza, todo el mundo sale con barbijo. Era común para ellos -y raro para nosotros- que mucho antes del COVID19 miles de ciudadanos caminaran por Tokio y salieran del metro con sus barbijos puestos. Si la letra con sangre entra, como decían las abuelas, haremos lo mismo nosotros ante cualquier epidemia en puerta, en especial las que desembocan en enfermedades respiratorias. De hecho, desde que la pandemia se declaró a comienzos de 2020, los casos de neumonía descendieron notablemente, todo gracias a simples medidas de prevención.
El retorno a los sitios de trabajo también presentarán novedades. Muchas empresas que debieron incorporar el homeworking por obligación estarán evaluando la manera y proporción en que seguirán utilizando este método, dados los ahorros de todo tipo que ha traído tanto a empresarios como a trabajadores. Lo mismo va a ocurrir con la educación, aunque en este capítulo no queda muy en claro que balance saca el Ministerio de Educación respecto a cuánto de presencial y cuanto a distancia tendrá la educación del futuro.
Hay mucho por despejar en este capítulo de cambios en usos, costumbres y métodos en la vida diaria de las personas. De lo que sí ya estamos absolutamente seguros, es que nada volverá a ser como antes.