Necesitamos otro transporte público de pasajeros
El escándalo de los camioneros que usurpan el servicio de transporte público del conurbano asunceno llega a límites intolerables. Jamás tanto dinero público fue trasegado a bolsillos privados para que, a cambio, el usuario reciba un servicio tan miserable. Servicio que, digamoslo sin vueltas, debe estar siendo responsable de miles de casos de COVID con su consiguiente cuota de internados en TI y de fallecidos. De calidad, ni hablar; de regularidad, menos. Es hora de pensar en serio en un sistema totalmente nuevo de transporte público en el conurbano asunceno. Traeremos a colación dos ejemplos, uno extremo y otro un tanto más cercano a nuestra realidad.
Londres tiene uno de los sistemas más complejos y eficaces, como corresponde a una de las urbes más grandes y de mayor poder económico del planeta. Lo componen los clásicos buses rojos de dos pisos, taxis, servicios diferenciados para discapacitados, trenes suburbanos, tranvías, transporte fluvial y subterráneos. La administración del sistema está a cargo de Transport for London (TfL), órgano de gestión municipal.
Veamos ahora otro ejemplo, Curitiba. La Alcaldía de esta ciudad -modelada por el gran Jaime Lerner- tiene a su cargo generar y administrar la infraestructura física del sistema, mientras URBS S.A. es la empresa mixta municipal que bajo la figura de la sociedad anónima, planea, ejecuta y administra el transporte colectivo. Así organizado, el municipio abre la operación a empresas privadas con contratos específicos y rápidamente renovables o cancelables según el cumplimiento de condiciones de adjudicación de itinerarios definidos. Las flotas operantes deben responder a un diseño ajustado a los itinerarios y horarios que impone los tipos de buses para días hábiles y fines de semana.
El primer ejemplo es de gestión totalmente pública mientras que el segundo es de gestión público-privada. Ambos, pese a sus diferencias de abordaje, ponen en primer lugar la calidad, puntualidad y cumplimiento del servicio a la ciudadanía. Londres subsidia fuertemente su servicio, tiene recursos para hacerlo. Curitiba balancea tarifa con subsidio para asegurar la participación privada pero, por sobre todo, un transporte público que dignifique al ciudadano.
Nosotros estamos lejos de todo eso. Es hora de empezar pensar porqué.
Y actuar en consecuencia.