La Fórmula Uno da el pistoletazo de salida a una temporada 2022 que espera que sea histórica ya que ha introducido, novedades drásticas en el reglamento con el principal objetivo de facilitar los adelantamientos y reducir la brecha entre los diez equipos que conforman la parrilla.
Todo gira en torno a la vuelta del denominado ‘efecto suelo’. Un concepto aerodinámico que mejora la adherencia de los monoplazas al aprovechar la corriente de aire que entra en el coche, dirigiéndose hacia la parte inferior a través del diseño del mismo para que salga por un difusor. Esta última pieza se ha convertido en fundamental para la F1 y sirve para aumentar la velocidad del aire que le llega, creando así una succión que hará que el coche se pegue más al asfalto.
La idea parte con el objetivo mencionado de permitir que los coches se puedan seguir de cerca sin sufrir las consecuencias del aire sucio -pérdida de carga aerodinámica y sobrecalentamiento de los neumáticos, principalmente- así como que sea más sencillo encontrar diferentes trazadas fuera de la ideal, facilitando los adelantamientos.
Un cálculo de la propia F1 estableció que con la normativa vigente hasta 2021, la pérdida de carga aerodinámica, al ir a menos de un segundo del coche de delante -distancia en la que el piloto de atrás puede abrir el DRS-, era de entre el 86 y el 98 %, mientras que con la que se estrena este fin de semana se calcula que esté entre un 55 y un 79 %.
CONTRATIEMPO INESPERADO
Durante los test de pretemporada en Barcelona y Bahréin, los equipos se han encontrado con un contratiempo inesperado: el ‘marsopeo’, la traducción al castellano de ‘porpoising’. Se han denominado así a los rebotes que sufren los monoplazas a alta velocidad al perder y ganar carga aerodinámica de forma repentina, ocasionado por el ‘efecto suelo’.
Y la pierden porque, al pegarse tanto, cuando el alerón delantero toca el asfalto, la pierden de golpe y se levanta de morro. La solución, a priori, consistiría en aumentar la altura del alerón delantero -el Aston Martin nació ya con una altura considerable comparada con el resto de equipos-, pero esto condiciona el diseño del resto del coche.
De momento, las escuderías siguen sufriendo este problema que, al ocurrir a alta velocidad, les preocupa.
Otra vía de escape que están planteando equipos y F1 es el aumento del peso de los monoplazas, que ha pasado de 743 kilos a 795, pero sin llegar aún a un acuerdo.
Un apartado aerodinámico que, sin embargo, ha reducido su complejidad para hacer más ‘sencillos’ los monoplazas.
Se simplifican el alerón delantero y trasero, los conductos de freno y el morro del coche, medida con la que se busca equilibrar el rendimiento de la parrilla.