Burócratas sabotean su propia iniciativa de inmunizar jóvenes
Es una buena iniciativa establecer un programa de inmunización anti COVID19 para menores de 17 años. Habiéndose cumplido una parte importante de la vacunación de la población meta con dos dosis, era lógico que se buscara poner bajo el paraguas de la inmunización al segmento más joven y también más numeroso. El llamado surtió efecto y muchos acudieron a los centros vacunatorios. Pero como no todo podía ser perfecto, la burocracia tenía que meter la pata y, entrenada durante décadas para ser una máquina de impedir, cumplió con su objetivo.
Este subprograma del plan de vacunación tiene varios disparadores lógicos. Por un lado, los jóvenes de menos de 17 años son los más activos por la naturaleza misma de su edad, sobre todo en lo social, y, a esta altura del año, para completar un zamarreado año escolar.
La otra razón es la disponibilidad de lotes de suero AstraZéneca. Pero esas vacunas están a punto de vencer y de no ser utilizadas deberán ser sacadas de circuito y desnaturalizadas.
Y la tercera, quizá la más importante, han aparecido los primeros síntomas de un posible rebrote de la enfermedad tal vez debido a las medidas adoptadas para encaminar un cuidado proceso de normalización de actividades.
Tres variables de riesgo bastante claras, según se nos viene anoticiando. Pero es que ha sido el propio ministerio el que ha puesto palos en la rueda, demandando al candidato a vacunarse una serie de requisitos tan o más exigentes que si fuera a viajar al exterior. Certificado de nacimiento, libreta de familia, identidad de los padres o tutores…
Pero, ¿Qué es Salud Pública, un agente de la salud o una oficina de migraciones, de policía o de identificaciones? ¿Qué buscan con tanta burocracia, mandar al candidato a tramitar todo el papelerío dejándolo mientras tanto a merced del virus?
En una sociedad con tan limitada cultura documental como la nuestra, ¿no es prioritario pinchar el brazo del joven o del niño y después averiguar hijo de quien es? El cargoso interrogatorio de los vacunadores está surtiendo un efecto disuasivo y del interés inicial los jóvenes y sus acompañantes pasan a un rabioso “váyanse todos al diablo con tanta burocracia”. Y ya no vuelven
Salud Pública se está haciendo encima de su propia iniciativa. Debería revisar su postura obstruccionista y, dejándose de macanas, vacunar de una buena vez a tan voluminoso segmento de la población.
