Cristian Nielsen
Es una historia como la de tantos europeos que entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, optaron por abandonar la tierra de sus ancestros para buscar la paz en el Nuevo Mundo. Una de las corrientes más variadas desde lo étnico, cultural y religioso fue la inmigración eslava que recaló en el Paraguay a partir de los años ’20.
Así llegaron bielorrusos, búlgaros, checos, polacos, rusos y ucranianos. Cada uno trajo su idioma y sus costumbres con un denominador común: todos eran cristianos aunque lo practicaran desde el catolicismo, la ortodoxia o el protestantismo. Para finales de los años ’30 había ya una treintena de colonias distribuidas en el sur, con foco en Itapúa. Fram muy pronto se destacaría como un núcleo urbano de referencia para el desarrollo de la región centrado fundamentalmente en la agricultura, actividad que particularmente los ucranianos habían llevado en su tierra de origen a una considerable expansión.
PRODUCIENDO EN PAZ
Jorge Rubiani, en su libro “La tragedia de Fram”, relata los prolegómenos del injusto viacrucis sufrido por los inmigrantes ucranianos ya asentados y aquerenciados en el sur del país.
“Instalados allí desde mediados de la década de 1920 -relata Rubiani- hicieron frente a todo: la selva impenetrable, las fieras, la incomunicación y la falta de cosas tan indispensables como el pan o la sal, para sobrevivir. Razones tenían para reunirse en un festejo de tanto en tanto. Pero con el advenimiento de la guerra fría y atrincherados en el ”bloque occidental y cristiano”, los dictadores de Sudamérica ejercitaron esta metáfora a su manera, agitando la bandera del ”anticomunismo” a rajatabla”.
¿Cómo era la vida diaria de un frameño, por ejemplo, don Wladimiro Kuczer? ¿En qué estaban cuando la represión stronista se les venía encima? Así lo documenta Rubiani:
“Ajenos a todo, los inmigrantes sin embargo trabajaban duramente. Cuando trascurría ya la mitad del siglo pasado, algunos como Wladimiro Kuczer, llegaron a alcanzar razonables condiciones de vida. Él tenía un próspero negocio de “ramos generales” en Carmen del Paraná. Junto a su esposa Olga y sus pequeñas hijas, Viera, Lidia y Amanda, lo pasaba bastante bien. Sus paisanos de Fram le llevaban grasa, huevos, quesos, algodón, maíz y todo lo que llegaran a producir. Kuczer enviaba esta mercadería hasta Asunción, con el tren. De regreso a sus casas, los colonos se aprovisionaban de herramientas, utensilios y telas del negocio de Kuczer”.
El sueño acunado en su agitada patria de origen se había realizado: buena tierra para trabajarla, paz para producir y buenos amigos para comerciar y prosperar.
Entonces, todo se les vino abajo.
“INSURRECCION COMUNISTA”
En su libro “Tierra, trabajo y religión”, el sociólogo y teólogo Roberto Zub Kurylowicz, oriundo de Carmen del Paraná, rememora que en 1957, “en el contexto de la celebración de los 40 años de la revolución bolechevique, cerca de un centenar de inmigrantes fueron reprimidos y presos. Sin embargo, esta historia fue probablemente el secreto mejor guardado entre la población”. Y se pregunta: “¿Por qué esta historia fue borrada de la memoria colectiva? ¿Por qué no se habló, cómo se puede explicar el apresamiento de tanta gente?”.
Zub mismo se responde considerando que “el encarcelamiento, la represión y la censura de las ideas fue una constante en el Paraguay”. El escritor recurrió a testimonios de algunos frameños quienes, casi medio siglo después, le dieron detalles del suceso. Así, del relato de Ausenti Semenuik se supo que en aquel acto se izó la bandera de la URSS y se cantó el himno paraguayo y el soviético. Muchos inmigrantes recibían regularmente diarios de Rusia y probablemente aquellos tres elementos (bandera, himno y diario soviéticos) fueron suficientes para que desde Asunción llegaran camiones con tropas que arrearon a más de un centenar de colonos a quienes someterían a vejámenes y torturas durante algun tiempo.
“Como sucedería en las décadas siguientes -documenta a su vez Rubiani- el aparato represivo stronista, tenía “la obligación” de magnificar cualquier incidente para legitimar el terror. Para ello contaba con el diario “Patria”, que en su edición del 26 de marzo de aquel año, consignaba en su primera plana: “Sorprendente insurrección de Colonos Comunistas en la zona de Itapúa”. Ya estaba “oficializada” la acusación. Ahora sólo faltaba que las “instituciones de la República”, aplicaran la sentencia. La misma sería -sin ninguna duda- brutal…”.
UCRANIANOS HOY
Como expresara Zub, aquel negro capítulo en la historia de la comunidad ucraniana fue sepultado en el olvido por mucho tiempo.
Los ucranianos están indisolublemente enlazados a la cultura paraguaya. Conservan muchas de sus costumbres, en especial los bailes típicos de su tierra lejana. Las mujeres mantienen vivas las vestimentas coloridas que lucen cada celebración y si bien sus colonias debieron ser rebautizadas con nombres criollos, la identidad la mantienen en su férrea cultura del trabajo y la responsabilidad. Se lo puede comprobar en cada detalle de sus platos típicos y su proverbial cordialidad para con el visitante.