Benjamín Fernández Bogado
@benjalibre
Pasmados, avergonzados, insultados y humillados los que creían que esas escenas de republiquetas bananeras jamás podrían darse en el corazón de Washington. Y lo hicieron a pesar de la catastrófica derrota de Trump en los comicios, el rechazo de 60 pedidos a la justicia de que declararan nulos los comicios por fraudes y luego de minutos de confirmarse que los dos senadores de Georgia serán demócratas dando mayoría a Biden en la Cámara Alta.
Todo esto no impidió la humillación de observar a sus estimulados adherentes que luego de romper las ventanas del Congreso se pasearon por sus pasillos y el hemiciclo. Ni la respuesta policial, ni los heridos ni el toque de queda establecido por la municipalidad local sirvieron para atenuar la vergonzosa situación forzada por un Trump que se resiste a admitir su derrota y a varios políticos de su humillado partido republicano. El empresario que llegó a caballo de la contestación a la política tradicional deja un legado horroroso y despreciable. Hunde en el descrédito a las instituciones de su país, polariza aún más a su dividida sociedad y sumerge a los EEUU en un abismo del que solo se tenía referencias en las republiquetas bananeras tantas veces retratadas como estados primitivos del desarrollo humano.
Hay un solo responsable de todo esto y se llama: Donald Trump. Nadie más que él pudo haber evitado este gran fiasco político y este descrédito a su país de alcances globales. El daño que infringen él y sus seguidores es inconmensurable.
La autoridad moral de su país en cuestiones electorales, democráticas o de convivencia ha sido fuertemente dañada. Trump es una persona que debe ser juzgada por haber estimulado todas estas reacciones en un país donde el conocimiento, la sabiduría y el respeto al otro siempre han tenido grandes dificultades de ser alcanzadas pero orgullosamente conquistadas.
Estados Unidos es por culpa y responsabilidad de un lunático un país de futuro incierto, de presente teñido de demencia e irracionalidad manifestadas en contra de la democracia. Nadie más que su presidencia y los que creyeron que con esto tendrían un futuro político han sepultado años de convivencia respetuosa y disenso civilizado. Después de ayer, EEUU se ha convertido en una república bananera por obra y gracia de su presidente.
Esta bofetada a su democracia tiene que tener su costo. Los que no lo pagan pueden encender el fuego para una confrontación aún mayor. Los demagogos son un peligro para la democracia y peor aún si creen que con su fortuna podrán comprar la dignidad de sus pueblos.
Gran lección después de todo esto. Lo sabemos nosotros y estamos obligados a no volver a equivocarnos. Los que llegan a caballo de la degradación de la política tradicional y creen que con dinero los convierten en prostitutas funcionales muchos no saben que en realidad cavan su propia tumba en el proceso. Hay que repeler a los que gritan consignas fascistas pero son incapaces de sostenerlas en su vida privada y pública. Basta de hipocresías y condescendencias.
La democracia es para gente con principios y con dignidad. A los que se burlan de ella no les importa la historia, la tradición ni el peso de sus actos bastardos. Trump le ha propinado un duro cachetazo a la democracia occidental y su osadía debe ser castigada ejemplarmente.