Las clases llegan de la mano de Santa Rosa de Lima
La historia dice que en 1615, una flota de filibusteros holandeses se aprestaba a tomar por asalto el puerto peruano de El Callao y, de allí, ir al saqueo de la señorial capital del Virreinato del Perú. Fue entonces que la limeña Isabel Flores de Oliva, por entonces entregada a la Orden Terciaria, se atrincheró en el altar de la catedral de Lima dispuesta a defender el sagrario con su vida. Misteriosamente, el comandante pirata murió antes de ordenar el desembarco, tras lo cual las naves levaron anclas y se retiraron, sólo para enfrentar una poderosa tormenta. Fue el inicio de Isabel en el camino de la santidad, consagrada medio siglo después. Aquí, Santa Rosa de Lima patrocina a la Policía Nacional pero además es asociada porque el 30 trae invariablemente alguna tormenta.
Pero a partir de este año, pasaremos a recordarla como el día en que las aulas volvieron a llenarse de profesores y estudiantes, maestros y alumnos, en ese retorno a la presencialidad plena que la pandemia nos viene negando desde hace más de un año y medio.
Este retorno pondrá a prueba la capacidad del Ministerio de Educación de adaptar el sistema a las nuevas reglas sanitarias. Porque no se creerá que ese retorno podrá realizarse en las mismas condiciones en que estuvieron siempre los locales escolares de gestión pública. El barbijo seguirá siendo obligatorio, el alcohol en gel también y el lavado de manos frecuente, una práctica que ha llegado para quedarse. Eso significa la provisión de todo, tanto mascarillas como alcohol y, más que nada, disponibilidad de agua potable. Los servicios higiénicos tendrán que brillar y su limpieza regular, algo de lo que ninguna escuela podrá carecer.
Parecen cosas básicas pero en un sistema educativo público históricamente abandonado en infraestructura y mantenimiento, no tardaremos en verificar si las excepciones son la regla o siguen siendo la regla misma.
Los maestros saben muy bien cómo son las cosas en el MEC y eso justifica la reticencia conque han aceptado el llamado a clases. Aparte de vencer el miedo lógico a un virus muy traicionero, tendrán que adaptarse a carencias que padecen desde siempre. ¿Les comprarán los barbijos, aparecerá el alcohol, habrá agua limpia en las escuelas? Todo un interrogante que empezará a correr el próximo lunes 30, tormenta de Santa Rosa incluida.
