Dos años y ocho meses después de que se quemara parcialmente la terminal de ómnibus de Asunción, el seguro se dignó finalmente honrar la póliza. Como si fuera un desfile de modelos, ejecutivos de las aseguradoras y jerarcas municipales encabezados por el Intendente posaron para las cámaras con una gigantografía del cheque con la indemnización, unos 700.000 dólares y monedas. Todos sonrientes. Habría que preguntarse de qué se ríen.
Aparte del aspecto ruinoso que presenta el exterior del edificio, algunas de las empresas de transporte han debido trasladar su servicio de atención al cliente a sus propias instalaciones fuera del edificio. Naturalmente, las idas y venidas de los mamotréticos ómnibus están generando una desmesurada sobrecarga en el tránsito, factor que precisamente se busca evitar con las terminales… en el resto del mundo, menos en el Paraguay. En tanto, los retazos supérstites de la otrora orgullosa Terminal de Ómnibus de Asunción (con sigla propia y todo, TOA) se han convertido en un bazar turco en donde los puestos de venta se han ido expandiendo como hongos e invadiendo el espacio vital originalmente diseñado para la circulación de pasajeros. Bajo el tinglado semicarcomido por el fuego se puede comprar de todo, desde chicles hasta aspiradoras, zapatos, empanadas, paco, artesanías, guiso carrero los mediodías o compañía romántica cuando anochece. De todo, incluso adquirir un pasaje y viajar, que es lo de menos.
La terminal de ómnibus asuncena ya era obsoleta antes de incendiarse. Ahora es una estructura espectral superpoblada de mercachifles y buhoneros que la han desnaturalizado y convertido en feria de ramos generales por la que corre un torrente diario de dinero en el cual los infaltables caciquitos municipales echan sus codiciosas redes. Cabe preguntarse si acaso no es hora de pensar en otro emplazamiento para una terminal de este siglo, concesionándola a operadores privados tal como han hecho Santiago de Chile, Buenos Aires o Sao Paulo, esta última, con la segunda terminal de ómnibus más grande del mundo después de Nueva York.
Con 700.000 dólares en caja, no es mucho lo que la Municipalidad pueda hacer, salvo tapar algunos agujeros chamuscados y darle a las ruinas una mano de pintura. Eso, si puede desalojar el inquilinato, que su trabajo le dará.
¿Terminal de ómnibus? ¿Cuál terminal?