No diremos que Ud. ha traicionado a la ciudadanía que la eligió. Para ser un traidor se necesita algún lustre intelectual y cierto volumen de conocimientos.
No esperamos que Ud. comprenda, senadora Zenaida, todo lo que implica haber llegado a ocupar una banca en el Senado. Podemos culpar al destino o a la suma de casualidades (no causalidades) que la llevaron allí. Alguien hizo una lista de nombres, la inscribió en la Justicia Electoral y, ¡voilá! como dicen los franceses, tenemos una nueva legisladora.
Pero no se engañe. Si Ud. es senadora se lo debe a SU puto pueblo, al cual ha quedado Ud. definitivamente obligada a responder porque para eso la eligieron.
A ver si lo entiende de una vez. ¿Sabe Ud. lo que es un sistema de representación popular? Es aquel en el cual el legislador adquiere una condición primordial en los regímenes democráticos. (Por las dudas, primordial significa que está en primer lugar en estimación o importancia y se antepone y prefiere a otras). Dentro de ese esquema, el poder del Estado proviene del pueblo y es ejercido a través de representantes cuya investidura se perfecciona en una elección. Y a Ud., senadora Zenaida, la eligió (sic) SU puto pueblo. No le dieron mandato para que caliente el mullido curul que el Senado le tiene reservado. SU puto pueblo tampoco le ha dado poder para que viva como una becaria de lujo. SU puto pueblo le ha encargado -al menos en teoría- que Ud. represente sus legítimos intereses, los defienda y reivindique. Para que Ud. no se preocupe por nada más que esa misión, SU puto pueblo le ha asignado un salario de Gs.36 millones mensuales. Y para cuando Ud. entregue su banca -a menos que la reelijan, lo cual configuraría otro cruel sarcasmo del sistema electoral- habrá embolsado Gs. 2.340 millones sólo en salario y gastos de representación. SU puto pueblo, honorable senadora, espera a cambio que Ud. le devuelva un servicio inherente a su calidad de legisladora.
Sin embargo, vemos que Ud. no le guarda respeto ni agradecimiento alguno al pueblo, ya que Ud. lo califica bárbaramente de puto, calificativo que en España -en donde se dice que Ud. pasó algo así como vacaciones- es denigratorio aunque sin connotaciones sexuales, pero que en el Paraguay describe comportamientos ligados a la prostitución y a las conductas sexuales aberrantes. ¿Eso es, para Ud. honorable senadora, SU puto pueblo?
Guaranguerías y mala educación callejera aparte, veamos el meollo del tema. Ud. dice que no le debe nada al pueblo. Esta flagrante ignorancia del sistema que Ud. -infelizmente- ha pasado a integrar nos exime de probar quien es el dueño de su voto, herramienta de primer orden en la democracia representativa. Su voto no pertenece a SU puto pueblo sino que Ud. lo ha entregado a otras voluntades que sí saben qué hacer con él.
No diremos que Ud. ha traicionado a la ciudadanía que la eligió. Para ser un traidor se necesita algún lustre intelectual, cierto volumen de conocimientos y carrocería política que valoricen el voto que luego el traidor habrá de poner en venta en alguna plenaria trascendente. Ud., honorable senadora, ni siquiera alcanza la categoría de tránsfuga. Es una pobre alma extraviada que estuvo en el lugar y el momento equivocados, para mayor desgracia del sistema.
SU puto pueblo se lo hará entender algún día, si los Hados son propicios.