Raquel Pereira
Socióloga, Máster en Estudios Políticos por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París
Paraguay rechaza el borrador del tratado sobre pandemias, una iniciativa propuesta para impedir que las consecuencias de futuras pandemias alcancen la magnitud de la anterior. Lo rechazó bajo la excusa simplista y descontextualizada de la soberanía, lo cual es irresponsable y perjudicial para los intereses de Paraguay, un país cuya salud pública depende de la importación de productos médicos.
El argumento de la soberanía ha sido utilizado por países desarrollados, y obstaculizó el acceso oportuno de las y los paraguayos a tratamientos médicos durante la pandemia. O por países que interfirieron innecesariamente en el tráfico y comercio internacional, dificultando el abastecimiento de medicamentos básicos en momentos críticos. Recordemos un momento la desesperación de las familias que cruzaban a Clorinda en busca de medicamentos, los centros de salud saturados y la escasez de oxígeno para nuestros seres queridos.
Un tratado internacional de este tipo podría evitar que los países en desarrollo sufran consecuencias desproporcionadas debido a su situación económica, capacidad de producción y excesiva dependencia. Para Paraguay, un país en desarrollo sin salida al mar y con un sistema de salud deficiente sin crisis sanitaria, esto es aún más relevante.
Los países desarrollados, con capacidad sanitaria suficiente para proteger a su población, pueden permitirse rechazar esta y otras iniciativas en el ámbito sanitario internacional, por el temor, por ejemplo, de ofrecer demasiadas concesiones a otros países. Claramente, esta no es la realidad del Paraguay y es importante recordar que los países desarrollados también sufrieron la consecuencia de sus políticas nacionalistas a la hora de manejar la pandemia, pues los virus no respetan fronteras.
La mención a la soberanía parece ser una excusa conveniente de alguien que no se ha involucrado en el proceso de negociación lo suficiente como para saber qué otro pretexto usar. Además, parece desconocer que lo rechazado no fue un acuerdo definitivo, sino un borrador, y que se tiene la oportunidad de proponer párrafos y disposiciones coherentes con las necesidades e intereses de nuestra población.
De hecho, el futuro instrumento no es el único ejemplo de mecanismo internacional beneficioso para nosotros. A modo de ilustración, el sistema de vigilancia de la OMS, que tiene como base jurídica el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), de cumplimiento obligatorio en 196 países, produce mensualmente un promedio de 60,000 documentos de información, detecta 1.000 señales relevantes y registra 35 nuevos eventos, logrando frenar muchas de las consecuencias negativas de un nuevo evento y potenciando la capacidad para el desarrollo y la investigación. Podría, por ejemplo, el Paraguay apoyar la iniciativa liderada por el Grupo Africano, que propone que los laboratorios o farmacéuticas que utilizan esta información para desarrollar vacunas o productos médicos estén obligados, en caso de pandemia, a compartir beneficios por la información recibida.
Tampoco es una novedad que estos sistemas se reformen luego de una crisis sanitaria. El RSI de 1969, que abarcaba seis «enfermedades cuarentenables», fue modificado en 1973 y 1981, esencialmente para reducir de seis a tres el número de enfermedades comprendidas (fiebre amarilla, peste y cólera) y para reflejar la erradicación mundial de la viruela. En 1995 se solicitó otra revisión sustancial del Reglamento, aprovechando la dinámica creada por la aparición del síndrome respiratorio agudo severo (primera emergencia de salud pública de alcance mundial del siglo XXI). Para ello, también se creó un Grupo de Trabajo Intergubernamental para negociar un proyecto de revisión del Reglamento.
Por supuesto que existen diferentes intereses, pero el gobierno de Paraguay debe defender los intereses de los y las paraguayas. El desafío es lograr el balance entre el fortalecimiento del sistema de vigilancia y un sistema de distribución de beneficios y acceso a patógenos justo y equitativo. Es por ejemplo lo que propone el Grupo Africano.
Y aunque el sueño de un Paraguay desarrollado se cumpla, no basta con producir algunos productos médicos; esta producción, para que sea sustentable y rentable, debe estar integrada a un mercado regional o internacional. El discurso antiglobalista no siempre defiende los intereses nacionales.