- El pago de compromisos. Un candidato nunca gana solo. Ni nadie participa en una campaña desinteresadamente. Todos buscan posiciones, pero no a todos se les puede cumplir. Más cuando las expectativas para los cargos de primer nivel son altas. Esas posiciones son pocas, y muchos quedarán afuera. Quien gana el poder sabe que no puede poner a todos los que quiere. Tiene que pagar compromisos con los grandes intereses. Para los intereses menores, luego habrá tiempo. Si es que lo hay.
- La prisa por convencer. Un nuevo gobierno debe ganarse la legitimidad de la gente. Es decir, hacerle ver y convencer a quienes les otorgaron el poder, de que estará a la altura de las expectativas que creó con las promesas que ya en el gobierno se vuelven difíciles de cumplir. La paciencia no es una virtud de la gente. Ni de la opinión pública. Por eso, se terminará matizando lo que se prometió o simplemente justificando el por qué no se cumplirá. O se cumplirá a medias.
- Llega una nueva clase política. Cada nuevo gobierno trae una nueva clase política. Un grupo de cercanos que generalmente buscará bloquear a los que estuvieron en el anterior gobierno y a los que se creen con derechos de estar con el nuevo. Esa burbuja que terminará aislando al del poder, y que será un clan de intrigas para excluir a quien pretendan acercársele. Una nueva clase política arrogante e inexperta que apenas vivirá la experiencia del poder.
- Unos se van, otros se quedan. Aunque el gobierno sea del mismo partido, aunque hayan participado desde sus cargos en la campaña, aunque se digan cercanos al nuevo gobierno, finalmente la mayoría de funcionarios se van. Siempre los peores enemigos están en casa. En política no hay amigos, cuando se atraviesa la lucha por el poder. Algunos sobreviven porque son útiles, forman parte de un compromiso o su cargo no es tan relevante.
- La ruta de aprendizaje. El inicio de un gobierno siempre implica una ruta de aprendizaje, sobre todo para quienes no han estado en el gobierno o han estado en posiciones menores. Esa ruta cuesta dinero a los contribuyentes porque, generalmente, el funcionario novato tiende a destruir lo que está hecho. Es una forma de justificar su utilidad ante quien lo nombró. La ruta de aprendizaje puede llegar a durar todo el periodo de gobierno. Y ya cuando por fin aprendieron, se tienen que ir.
- El acomodo dura un año. A pesar del entusiasmo de los nuevos inquilinos del poder, que creen que llegan a inventarlo todo, que llegan a mejorarlo todo, inevitablemente, el acomodo es lento. Entre que desarrollan sus planes, toman distancia del gobierno anterior y se ponen de acuerdo entre ellos mismos, siempre pasa, al menos, un año. La burocracia siempre camina al ritmo de la burocracia.
- La verdadera oposición es la realidad. La verdadera oposición son los problemas. Esos problemas y poderes que no tienen rostro pero hacen sentir su peso. Pesa más que cualquier partido político de oposición, el llamado nerviosismo de los mercados, la desconfianza de los inversionistas y la insuficiencia de dinero público. Esos sí, no se andan con rollos.