¿Qué se puede esperar de un Estado nacional o municipal cuyos servidores consideran secundario un servicio básico como el agua al punto de dejar de pagar su prestación?
Usted entra a una institución pública y cuando pretende utilizar el servicio sanitario, se encuentra conque no hay agua porque la administración hace seis meses que no paga la cuenta a la empresa que la suministra. No puede lavarse las manos ni refrescarse el rostro y es mejor que no se le ocurra pasar a mayores porque después no tendrá cómo deshacerse de los resultados de la operación. Y si existe un bebedero, no tendrá forma de darse un trago. Esto ocurre en una de cada dos instituciones públicas, según denuncia la aguatera oficial, un transgénero llamado ESSAP, una empresa a mitad de camino entre estatal y privada.
Es difícil encontrar ejemplos de incapacidad de gestión de tamaña barbarie. Que a un administrador público le importe un carajo si hay o no hay agua en las oficinas bajo su responsabilidad pinta de cuerpo entero su degradación como funcionario y, esencialmente, como persona. ¿Cuánto tiempo aguantaría sin agua en su casa? Sólo lo lograría si fuera un semi-cavernícola al cual le bastaría con algunas abluciones en una palangana. Por lo tanto, si hay burócratas capaces de postergar ad infinitum el pago de la cuenta del agua sin importar si le cortan el suministro, debemos pensar que su grado de incivilidad es directamente proporcional a su desapego por la higiene más elemental.
Es desagradable tener que abordar estos temas vinculados a la función pública, pero es que su gravedad termina reflejando lo que somos como sociedad. No hace mucho, otro “prestador de servicios” -la Municipalidad de Asunción- dejó de recoger la basura a una cantidad considerable de oficinas del Estado, por el mismo pedestre motivo alegado por la aguatera oficial: no pagar el canon correspondiente al servicio. Así, el ciudadano que debía realizar trámites en alguna repartición estatal debía sortear pilas de bolsas de basura para entrar.
¿Qué se puede esperar de un Estado nacional o municipal cuyos servidores consideran secundario un servicio básico como el agua o la recolección de basura al punto de dejar de pagar su prestación? Es difícil encontrar muestras de degradación semejantes en el funcionamiento de un Estado concebido para prestar servicio a la ciudadanía que paga impuestos para mantener el sistema. No se trata de prestaciones de alta sofisticación sino de cuestiones elementales. Y si en ellas fallan, es imaginable la baja calidad de los servicios entregados por funcionarios a quienes les es indiferente si hay o no agua en los baños o si la basura no se recoge hace semanas.