Si alguien se lanza a una candidatura política diciendo que no es político, una de dos: o tiene muy confundidos los roles o se engaña a sí mismo. Y lo peor de todo es que, al ejercer un cargo público está engañando –tal vez sin proponérselo- a los demás. Una de las claves de la presentación en sociedad de Juan Manuel Brunetti, según sus declaraciones a los medios, es que hay una creciente desconfianza del ciudadano hacia los políticos. Cierto. Pero ese mal humor social no se calma presentando una fachada de ciudadano emprendedor “no político” preocupado por el bienestar de la ciudadanía. Ya hemos probado mucho de eso: desde el gerente de una fundación hasta un “empresario exitoso” pasando por un cura que se auto asignó la divina misión de ir, sin escalas, desde el púlpito al Palacio de López para resolver todos los problemas. Así nos fue.
Cuidado con mezclar política y políticos. Nuestra sociedad es víctima permanente de esa confusión. Estafados una y otra vez con la malversación del mandato en las urnas, el ciudadano termina condenándolo todo. Hay que volver de eso. Y esa es la misión fundamental de quien aspira a un cargo público electivo: restaurar la confianza del ciudadano en la política entendida como el arte y la ciencia de gobernar para el bien común. Eso no va a lograrlo un profesor de matemáticas, un agrimensor o un astrónomo sólo con buena voluntad. Tendrá que templar su carácter hasta lograr el clima necesario para negociar, concertar, trabajar –en suma- con toda clase de tendencias, apetitos e intereses sectoriales. Si logra acercar las piezas y a la vez gestionar con éxito, habrá sido un buen político.
Brunetti dice querer copiar, desde la Intendencia de Asunción, el modelo de Medellín. También se ha probado mucho eso de los modelos. Todo munícipe paraguayo ha hecho, ni bien recibió sus hábitos, por lo menos una peregrinación a la sagrada prefeitura de Curitiba en donde bebió de los evangelios de la sostenibilidad, el reciclado y los paisajes verdes. Que veamos, la prédica ha sido estéril, sobre todo en Asunción, en donde impera la herejía ambiental.
Lo que va a necesitar Asunción es un intendente con agallas para agarrar al dragón por el cogote y hacerle escupir toda la podredumbre que tiene adentro. ¿Mucho pedir? Y sí, pero es lo que hace falta. Si no, mejor dedicarse a otra cosa… político o no.