La muerte de las dos niñas de once años en las inmediaciones de Yby Yau es un episodio negro sobre el que hay que derramar toda la luz que sea posible. Hasta el momento, todo lo que tenemos son incongruencias, vacíos procedimentales, dudas y silencios por completo inaceptables.
Según el presidente del Senado, hay de por medio temas que no pueden hacerse públicos. ¿De qué está hablando? ¿Qué pueden saber que no se sepa ya? ¿El nonagésimo “plan infalible” para acabar con la banda criminal auto bautizada EPP?
Desde que apareció en escena 12 años atrás, esta mano de obra armada al servicio del narcotráfico tiene en jaque y jugando a policías y ladrones a gente llena de uniformes, armas, vehículos, comunicaciones satelitales encriptadas, gabinetes de inteligencia y demás.
Desde 2008 se ha estado mintiendo al país con el cuento de la “información clasificada” como si se estuviera intentando desbaratar a la ETA vasca o al IRA irlandés y no a un hatajo de facinerosos muy hábiles para mimetizarse en un monte cada vez más
ralo y también para comprar complicidades y escondites.
¿Hasta cuándo seguirán con esta farsa que le cuesta al país no menos de 103.500 millones de guaraníes al año? Con sólo el dinero que habrá insumido inútilmente este año, el gasto de la FTC alcanzaría para comprar 298 camas de terapia intensiva de alta tecnología, si tenemos en cuenta el costo de cada unidad manejado por el MSP.
Es demasiado dinero para tirarlo de manera tan irresponsable, manteniendo un dispositivo incapaz de acabar con una pandilla de delincuentes que sigue moviéndose a sus anchas y que, por añadidura, genera un hecho tan lamentable como la muerte de dos niñas apenas púberes. Ni el ministro de Defensa, ni el presidente del Senado tienen derecho a mantener en secreto semejante barbaridad.
La oscuridad no ayuda, señor ministro y señores legisladores. Sólo profundiza la desconfianza de una ciudadanía avergonzada de que sus autoridades sean incapaces de proteger la vida de dos niñas, sacrificadas en medio de un operativo tan torpe como ineficaz.
Son muertes que duelen y sobre las cuales tendrán que rendir cuentas, desde el Presidente de la República, que fue a la escena para celebrar el hecho, hasta el último uniformado.
Basta de secretismo y ocultamiento. El país quiere saber.