Por Cristian Nielsen
Sr.
Presidente de la República
Don Mario Abdo Benítez
De mi consideración
Me dirijo a Ud., y por su intermedio a quién o quiénes corresponda, a fin de solicitar una explicación sobre el paradero del 12 de octubre como fecha celebratoria en el calendario de feriados del Paraguay. Su ausencia me desconcierta porque en mis tiempos de escolar aquella fecha aparecía en el almanaque en números rojos, hecho que garantizaba un día de holganza después de cantar el himno y asistir al consabido acto para recordar el día en que los españoles descubrieron América. O lo que fuere.
De pronto, la efeméride desapareció del calendario.
Los jóvenes no comprenden mi estupor, porque la mayoría no tiene idea de qué pudo haber pasado ese día ni porqué habría de ser un “día no laborable” o perteneciente y propio de una feria.
CUESTION DE FONDO
No pretenderé ignorar que desde hace algunos años, corrientes revisionistas de todos los colores se las han tomado con el 12 de octubre cambiando su significado y poniéndole otros apelativos, decididos a convertir la figura del descubridor ,“almirante de la mar océana” maese Cristóbal Colón, en una especie de genocida destructor de pueblos originarios.
Pero por muy iconoclasta que sea cada intento, muy pocas naciones del continente han borrado el 12 de octubre de su listado de días fastos.
Cuba lo hizo, adelantando al 10 del mismo mes la celebración del inicio de la guerra de independencia contra España.
Bolivia optó por rebautizar el 12 llamándolo “Día de la descolonización, de la liberación, de la identidad y de la interculturalidad”, super título que comparte Ecuador.
Venezuela prefirió llamarlo «Día de la Resistencia Indígena» al que Nicaragua adicionó “…negra y popular”.
Las demás naciones mantuvieron celebratorio el 12 de octubre haciendo algunos ajustes semánticos y, en ciertos casos, dándole a la fecha un giro sociológico e histórico para no bajarse del todo de aquel primigenio “día de la raza”.
¿CHOQUE O SIMBIOSIS?
Me gustaría creer, Sr. Presidente, que lo que se inició el 12 de octubre de 1492 fue una experiencia enriquecedora que, como toda empresa humana, no estuvo exenta de sangre y destrucción.
Los españoles no llegaron a un continente pacífico y no beligerante. El imperio azteca se forjó no a base de fuerza militar, dicen los historiadores, pero imponiendo sobre otras naciones gabelas y tributos. Los incas, por su parte, construyeron el Tahuantinsuyo con alianzas y frecuentes enfrentamientos. Cuando los conquistadores españoles desembarcaron en el Cuzco, el imperio estaba enzarzado en una sangrientas guerra de sucesión entre Huascar y Huayna Capac, conflicto del que, naturalmente, se aprovecharon.
Lo que vino a continuación fue una sucesión de episodios que, además de causar interminables guerras de soberanía, cambiaron las costumbres e incorporaron cosas que se desconocían. De aquí fueron el cacao, el maíz y la papa. De allí vinieron el trigo, el ganado vacuno, el papel y la imprenta. Los europeos se maravillaron con la arquitectura maya, los regadíos incas y los calendarios precolombinos de sorprendente exactitud. Los originarios se embelesaron con el canto gregoriano y la escultura renacentista, en especial, la religiosa.
También hubo un acarreo inmenso de metales preciosos y regímenes como la mita, la encomienda y el yanaconazgo, distintas formas de describir la explotación humana. Ningún imperio se forja sin someter a otros.
DEBATIR, NO OLVIDAR
Señor Presidente: Nunca nos pondremos de acuerdo sobre todo lo bueno o lo malo que tuvieron el descubrimiento, la colonia y el periodo independiente de nuestra América. Es un hecho digno de analizar y debatir por su enorme complejidad. Póngale el nombre que le parezca, pero devuélvalo al calendario de días fastos. Personalmente, me gustaría que se llamara encuentro de dos mundos.
Lo que no debemos hacer es pretender que nunca ocurrió borrándolo del almanaque.
Lo saluda cordialmente. Cristian Nielsen”.