El «Turismo de vacunas» es una realidad cada vez más presente en nuestro país. Han sido miles de compatriotas que han partido a diferentes destinos con la esperanza de acceder a aquello que nuestro Gobierno Nacional se ha visto analfabeto e inoperante de lograr. Si uno sigue los artículos de prensa con los números prometidos por autoridades en los últimos tres meses, deberíamos tener hoy en suelo paraguayo más de dos millones quinientas mil dosis de vacunas, aunque en realidad no hemos llegado a las doscientos mil.
En este panorama poco alentador y desesperanzador, es evidente que las personas se rebuscan para paliar la indolencia del Estado, que recién ahora empezó a vacunar los domingos, pero desde que empezó el operativo de vacunación no lo hacía porque era feriado. En tiempos de guerra no existen feriados, otra muestra más del desinterés del Gobierno por sus ciudadanos. Es totalmente válido invertir dinero para viajar y así lograr inmunizarse, ojalá fuera una posibilidad para toda la población, lo que sí resulta desagradable es ver como funcionarios del Gobierno y sus familias, personas con responsabilidad directa sobre esta tragedia del colapso de nuestro sistema sanitario y con dinero de los contribuyentes, en lugar de esperar por las vacunas que ellos mismos deberían conseguir, se ríen de nosotros y llegan sin escalas a una inmunización en un país extranjero. Se habla de dos países distintos en este tema, yo creo que lo podemos definir en tres: El Paraguay de los que pueden, el Paraguay de los que joden y el Paraguay de los jodidos por este segundo grupo.
No veo para nada que el turismo de vacunación sea una excentricidad, a este ritmo, nuestra población va a estar inmunizada recién para julio del 2027, se utilizan en este caso recursos disponibles para dar solución a una problemática que no está resuelta por el Estado. ¿Por qué es un imperativo tener movilidad propia, pagar educación privada y seguro médico privado? La respuesta a todo esto en nuestro país se responde de la misma manera: Ineficiencia del Estado. El enemigo es el Gobierno, no el que se está subiendo a un avión.