Entes públicos actúan como cavernícolas ante una muerte accidental
Es de salvajes. La función pública, en algunos enclaves, está entrando a una etapa troglodita que acaso jamás haya exhibido en el pasado. La muerte accidental de una joven en la pomposamente llamada Costanera de Asunción desató lo más primitivo del Estado caído en manos de bárbaros, incompetentes y, hay que decirlo con todas las letras, criminales en estado puro.
La inocente víctima, una joven de 18 años que intentaba disfrutar de un paseo dominical por ese mamarracho que se intenta presentar como “avenida costanera”, cayó víctima de una descarga eléctrica al tocar una columna de alumbrado público.
A partir de este hecho que enluta a una familia y consterna a la ciudadanía, se escuchan “argumentos” verdaderamente deplorables que pintan de cuerpo entero la baja calidad humana de quienes dicen representar o gestionar la cosa pública, el Estado que todos pagamos. A esta altura, no se sabe cuántos responsables existen. Prima facie surgen el Ministerio de Obras Públicas, la ANDE, la Municipalidad de Asunción y, para encarajinarlo todo, las empresas contratistas “encargadas de la obra”, si obra puede considerarse el amontonamiento de cosas que hasta ahora desnaturaliza lo que alguna vez fue la bahía de Asunción.
Para no aburrir y cansar, la ANDE culpa al MOPC, el MOPC a la Municipalidad, la Municipalidad a la ANDE y la ANDE y la Municipalidad del MOPC. ¿Se entiende? Claro que no, cómo se va a entender este repugnante pase de responsabilidades a terceros. Y, en el medio, una vida humana valiosa que se fue para siempre por culpa de todos estos impresentables.
A la jerarquía razonable que aún podría quedar en todos estos entes no se le ocurrió nombrar un equipo conjunto y, antes que nada, solidarizarse con la familia afectada, ofrecer su ayuda y compartir el duelo en que está sumida. Es lo primero que haría cualquier ser humano con otro afectado por tan tremenda desgracia. Después se deslindarán responsabilidades cuando el asunto caiga en manos de los asesores legales.
Si no han sido capaces de un gesto tan elemental como ese, ninguno de los que están al frente de esos organismos públicos merece seguir allí. Su baja calidad moral, su insolidaridad y su preocupación por salvar sus respectivos traseros antes que cualquier otra cosa los pinta de cuerpo entero.
No nos representan.
Deben irse.