Un rubro granjero que aún no alcanzó su punto de equilibrio
La pregunta indirecta del título tiene una respuesta estándar: por lo general, todos menos el productor. El ajedrez de variables que opera en este rubro granjero tradicional es tan complicado que cuesta mucho llegar a conclusiones razonables.
Según un estudio de JICA-UNA publicado en 2019, producir una hectárea de mandioca le costaba ese año al agricultor unos 10 millones de guaraníes. El rendimiento promedio en finca, sin demasiada tecnología, es de unos 15.000 kilos por hectárea. Eso significa que sólo para salvar costos, un productor debería recibir unos Gs. 700 por kilo. En 2019, fecha del estudio citado, la mandioca al por mayor puesta en el Mercado Central de Abasto de Asunción se cotizaba a un promedio de 850 guaraníes el kilo. Pero el cálculo se complica si introducimos otros factores.
Según técnicos del MAG, cerca del 70% de la mandioca es destinado al consumo humano y la alimentación de animales domésticos. A cerdos, aves y lecheras se les reserva el follaje rico en calcio y fósforo mientras las raíces aportan carbohidratos. Este autoconsumo deja, término medio, un 30% destinable a renta con la cual sufragar los gastos de cultivo, mantenimiento y cosecha. Esto obliga al productor a buscar un precio de venta de alrededor de Gs. 2.500 el kilo, siempre para salvar costos teniendo en cuenta los números de 2019. Sin embargo, ese mismo año productores de Caaguazú se lanzaron a las rutas para protestar por el bajo precio que se les pagaba en finca, tanto a la mandioca para consumo directo como la destinada a industrias almidoneras. Una historia de nunca acabar.
Al tenor de lo ocurrido en los últimos dos años, es fácil suponer que las variables de costo se habrán acentuado en todas sus formas. En las góndolas de los supermercados, esta semana la mandioca se vendía a Gs. 6.500 el kilo, siendo incluso más cara que la papa importada. Restando el precio que se paga al campesino, es fácil deducir quiénes se quedan con la parte del león.
Autoconsumo, alimentación animal, industrialización y venta a ferias y supermercados, esas son las facetas que comprenden este rubro tradicional que no termina de alcanzar un razonable punto de equilibrio.
Como en otros ramos agrícolas, la clave está en la productividad, que sólo se incrementa incorporando tecnología.
Pero esta es otra historia, tan complicada como la primera.