De “usá casco carajo” a “la peor escoria”.
Al doctor Anibal Filártiga se le están acabando los adjetivos. En sus días de director del Hospital del Trauma se cansó de predicar en el desierto tratando de hacer entrar en razón a borrachines al volante y a idiotas que circulan en moto con el casco pendiendo del brazo. Los resultados de tal desquicio los afrontó durante años en el quirófano de urgencias, con personas con el cráneo abierto a las que intentaba salvar, remendando piernas y brazos quebrados, caderas descoyuntadas, haciendo amputaciones, transfusiones de a miles de litros… toda clase de horrores desfilando día tras día, noche tras noche, feriado tras feriado.
Finalmente, en agosto de 2018 le cedió el puesto a su colega Agustín Saldivar, poniendo fin a su presencia física en el centro de urgencias. Pero al parecer el vínculo no se cortó totalmente, ya que hace algunos días confió a EI unas duras reflexiones sobre la realidad que diariamente sigue castigando al viejo Primeros Auxilios.
“El 85% del presupuesto del hospital se gasta en la peor escoria” aseguraba Filártiga. Una sentencia desusadamente dura pero que marca claramente el hecho de que nada, ninguna campaña de prevención, ninguna escala de multas, nada parece disuadir a quienes creen que los accidentes son cosas que les pasan a los demás. Conducir con el máximo de alcohol en sangre antes de caer inconciente deriva generalmente en algún arrollamiento fatal seguido inevitablemente de choque con heridos y muertos. Cada caso desata una serie de efectos derivados. Los más “baratos” -desde la perspectiva de la medicina pública-, son las víctimas que mueren horas después de llegar al hospital. Sólo necesitan un certificado de defunción y, si cabe, una autopsia. Los más “caros” son los que sobreviven en terapia intensiva y luego deben pasar meses y hasta años en terapia de rehabilitación. Otros deben recibir protesis tras la amputación de algún miembro. Un día entero en terapia intensiva puede costar entre 5 y 7 millones de guaraníes y sacar a un paciente de estado grave puede llevar a un hospital público a gastar unos Gs. 70 millones. Generalmente, son los borrachos inconcientes quienes provocan accidentes graves y que se llevan hasta el 85% del presupuesto de Emergencias. Eso motivó la dura sentencia de Filartiga:
“Se gasta la casi totalidad del dinero en la peor escoria, en la que menos se lo merece”.
“Usá casco, carajo” había hecho estampar Filártiga en el frente del Hospital del Trauma.
De poco sirvió indignación explícita.
Estamos peor que nunca.