Municipalidad de Asunción y Essap, máquinas de fabricar excusas
La pelea entre la Municipalidad de Asunción y la compañía de agua potable y desagües cloacales viene desde 1954. Ese año se creó la Corporación de Obras Sanitarias, que se conocería bajo la sigla Corposana y que muy pronto los asuncenos rebautizarían “corpozanja”, ya que allí donde el ente entierra un caño de agua queda para siempre un agujero. Nada ha cambiado. El contencioso lleva 68 años y ambas entidades compiten fabricando argumentos con los cuales culparse mutuamente de los estropicios que causan a la circulación, la higiene ambiental, el deterioro patrimonial del parque automotor y hasta la estética urbana.
Finalizado el siglo XX, alguien creyó que convirtiendo el ente público en una sociedad anónima las cosas se solucionarían. Así, Corposana pasó a llamarse Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay. En teoría, ESSAP se rige por las normas del derecho privado. Pero en la realidad es una fachada, un hibrido que se presenta como una sociedad anónima de capital estatal en la que el Estado paraguayo es poseedor del 99% de las acciones mientras que el 1% restante está en manos de un fantasma, Fepasa. Ambos entes son muy afectos a las fantasías. En 2014, el entonces presidente de la aguatera, Osmar Ludovico Sarubbi, anunció que en 2015 la empresa invertiría US$ 1.000 millones en obras. Si aquello hubiera concretado, hoy tendríamos mejor servicio de agua potable y cloacas que Estocolmo. Algo parecido a los anuncios de su “consocio” ferrocarrilero cuyo presidente no se cansa de anunciar la instalación de un tren que hará morir de envidia al mismísimo Shinkansen, el tren bala japonés.
Se dice que Essap cotiza en bolsa. Habría que saber quién invertiría en una empresa que no da cuenta de las pérdidas ocasionadas por su ineficiencia administrativa y por una red de distribución del siglo pasado llena de agujeros y de conexiones clandestinas. En eso la ANDE le va en ventaja, ya que admitió en 2021 una pérdida del 25% de la energía distribuída a causa de los robos y fallas de distribución.
Entre la Municipalidad de Asunción a la que apenas le alcanza para pagar sueldos y Essap que tarda un año en tapar un caño roto, es el ciudadano asunceno el que paga el pato con una ciudad destrozada, un pésimo servicio de agua potable y drenaje cloacal. Y del alcantarillado pluvial, es mejor no hablar.