Cada año la misma cantinela. Entra en vigencia la veda de pesca y entonces hay que darles de comer a los pescadores que no saben hacer otra cosa. Este año, el ministerio que cambia de nombre cada tanto –ahora se llama De Desarrollo Social- va a reglar a manos llenas los recursos del Estado en gente que no se ha preparado para otra cosa que sacar pescado del río. Es tan grosera la violación de la prohibición que ya ni se evita la exhibición de grandes ejemplares de surubí, pacú o dorado vendidos a precio de oro, comercio ilegal acicateado por la proximidad de las fiestas de fin de año. Esta alevosía está alentada por la inexistencia de los controles que toda prohibición lleva aparejados. Pero en un Estado que trabaja de 7 a 14, de lunes a viernes, la tarde y la noche son cómplices para el saqueo de los ríos al igual que los fines de semana. Entonces, como se ha declarado so’o el tema, va siendo hora de que el Gobierno cierre su faltriquera y se ahorre los 530 millones en subsidios que va a repartir en estos días, porque si encima de recibir plata de arriba sin merecerla, van a seguir arrasando la fauna ictícola sin contemplación alguna, las cosas claras y la canilla libre se cierra.
Hubo en el pasado algunos intentos de convertir a los extractores de pescado del río en piscicultores con un mercado prácticamente asegurado. Criar tilapias, por ejemplo, es tarea sencilla que la puede abordar una familia completa y vivir bien de ella. Una tilapia alcanza su desarrollo para faena a los seis meses, con buen precio en el mercado. Hay empresas faenadoras que acostumbran comprar incluso por adelantado toda una producción. Así han surgido cadenas de cría que combinan la avicultura con la piscicultura y las actividades hortofrutícolas. Un ciclo cerrado con buenos dividendos para quienes saben trabajar esta combinación de rubros. Y hay buenos ejemplos de este abordaje productivo.
Claro que mientras el Estado manirroto les siga dando agua en la boca, abundan también los que prefieren sentarse a tomar tereré y esperarlo todo de arriba. Un tekoporá por aquí, un tenonderá más allá y un fin de año con aguinaldo en forma de subsidio, les basta a algunas personas sin más ambición que durar, no de prosperar por esfuerzo propio.
El problema es que el Vito tiene sus límites y no alcanza para todos.