Ante casi cualquier hecho que ocurre en varios aspectos de la vida en sociedad, las aguas se dividen entre quienes vitorean y entre quienes alegan que no es la forma correcta de actuar o reaccionar ante dicha situación.
Claro que no es la forma, anticipando y pidiendo las disculpas pertinentes a la redundancia y el uso no ideal del término que serán puestos en práctica en las siguientes líneas: No es la forma aceptar un cargo de confianza para el cual uno no se encuentra apto profesional ni moralmente, no es la forma hambrear y enfermar al país salvaguardando los espurios de la gavilla de criminales que debería velar por el pueblo mientras este se encuentra intubado y sin medicamentos. No es la forma presentarse como una reserva moral del país, cuando el prontuario de antecedentes de uno ya celebra sus tres décadas, con notadas y variadas reincidencias.
No es la forma desinformar, chicanear, mentir, esperanzar falazmente a un pueblo que está sobreviviendo gracias a la solidaridad mancomunada, ya que su Gobierno se ha dedicado a engrosar el patrimonio de los amigos y de unos pocos, con una deuda asumida para dar supuesta contención a las personas en situación de vulnerabilidad de todo el país. En las únicas cosas que el Gobierno es coherente es en su indolencia y en su desfachatez.
No se justifica ningún acto de violencia física y no es correcto celebrarlo. Tampoco puede entrar dentro de un pensamiento lógico el hecho de que personas que han hipotecado, robado y tranzado a costas del pueblo, puedan sentarse en un lugar público sin ningún pudor, casi de manera señorial, sin esperar que alguien se sienta ofendido. Y para sumar a la desfachatez acérrima indefendible, que un Ministerio de la Mujer se solidarice con las mujeres que acompañaban al escrachado por el “mal rato” al cual fueron sometidas, cuando dicha cartera del Estado no mueve un dedo por los miles de casos de violencia contra la mujer, solamente son muestras efímeras de un traidor que se debe limitar a ir de su casa al trabajo, o mejor aún, renunciar y quedarse en su casa.
Estamos gobernados por cobardes que deberían plantearse seriamente la idea de asistir a un lugar público, porque la gente está harta. Mi sano consejo es que busquen algo para ver en Netflix y pidan delivery, pero ojo, solamente por si acaso, inventen un nombre ficticio a la hora de realizar su pedido.