Ramón Orosa
Córdoba, 26 ago (EFE).- El esloveno Primoz Roglic (Jumbo Visma), ya ganador de la Roja en 2019 y 2020, domina la edición de este año de la Vuelta a España, aún sin ser líder en los últimos días, de tal manera que ni las caídas que sufre le frenan.
La de este jueves en la duodécima etapa, camino de Córdoba, es la segunda que ha tenido en lo que va de Vuelta, las dos en el lapso de tres días. Y de las dos parece haber salido indemne
En lo físico es una impresión, a falta de conocer exactamente su estado. Porque una caída siempre supone un golpe y los golpes suelen tener algunas consecuencias. Aunque en el caso de Roglic, por lo que parece, leves, muy leves.
Pero en lo deportivo no le ha supuesto nada. Si acaso unos pocos segundos que podría haber sacado en su ataque hacia Rincón de la Victoria. Que no parecía.
Esta vez la caída, casi montonera, la provocó el Ineos Dylan Van Baarle, que se fue más allá del arcén en una curva estando en cabeza y Roglic y más de medio equipo Jumbo, que iban inmediatamente por detrás, acabaron en el monte. El esloveno fue además el que más lejos se fue de la carretera.
Pero se levantó como si nada, con todos sus compañeros alrededor, y conectó sin problemas con el grupo.
Tampoco pareció tener mayores consecuencias la que sufrió de hace dos días. Entonces después de haber atacado de manera arriesgada al resto de favoritos hasta el punto dar con los huesos en el suelo en una bajada y yendo solo.
Pero, como en esta ocasión, se levantó rápido, más rápido aún volvió a montarse en la bicicleta y emprendió la marcha junto a sus sorprendidos máximos rivales. A los que tuteó sin mayores dificultades en la llegada a Rincón de la Victoria.
Donde, además, tuvo la ‘alegría’ de no tener que atender al protocolo que exige llevar el maillot rojo, que lo había cedido permitiendo una escapada de doce minutos.
Aunque a Roglic esas cosas no le varían su plan. Que es el de ir acumulando segundos y bonificaciones en etapas señaladas. Si eso le supone llevar la Roja, pues la lleva; sino, pues no la lleva. Porque el único sitio donde quiere portarla seguro -insiste día tras días- es en Santiago de Compostela. Como en 2019 y 2020 solo le interesaba lucirla en Madrid.
Lo demás le da igual. Casi como las caídas, a las que parece inmune. Ya lleva dos y la sensación que da es que no lleva ninguna. Que en su abrumador dominio un año más -dos etapas ganadas, seis de los doce días de carrera con el maillot rojo y 22 segundos de bonificación acumulados- ni las caídas le frenan.