martes, septiembre 23

Los socialdemócratas en apuros / Félix Martín Giménez Barrios

Tras las elecciones alemanas del domingo de ayer, el partido de la socialdemocracia
(SPD) ha perdido el poder, quedado en tercer con apenas un 16% de los votos siendo
el peor resultado obtenido desde la posguerra. Los conservadores del partido de
centroderecha de la Unión Democristiana (CDU) se alzaron con la victoria al lograr el
29,4% de votos. En segundo lugar, está el partido Alternativa para Alemania (AFD) con
un histórico resultado del 20% de votos, la ultraderecha logró su mejor participación.

Es un resultado doloroso para los socialdemócratas que quedan como tercera fuerza
en el Bundestag, el parlamento federal. Si uno hace las cuentas, puede notar que los
partidos de derecha logran juntos cerca del 50% de los votos, aunque desde la CDU
descartan una alianza con la AFD por diferencias en lo que consideran como valores
europeos. El caso es que queda claro que, tanto en Alemania, como el resto de
Europa y el mundo, a la izquierda le cuesta competir, perdiendo fuerzas entre sus filas.

En cuanto al aumento de la ultraderecha, es algo que se ha observado como nunca en
la política del viejo continente, destacándose ahí el caso de Alemania con la AFD. Los
ultraderechistas se han caracterizado por su rechazo a la inmigración, su fuerte
nacionalismo y su oposición a la globalización. En Europa, varios de sus lideres han
sido acusados de ser racistas y tener vínculos con el fascismo.

Hay que destacar que no todos los grupos de ultraderecha pueden ser considerados
como fascistas, esa etiqueta debe ser utilizada con cuidado y precisión. Esos
movimientos pueden tener sus posturas extremas, pero eso no los ajusta a la
definición clásica del fascismo. En Alemania, por ejemplo, la AFD ha negado las
acusaciones de ser fascistas y sus miembros se describen solo como conservadores y
nacionalistas, no europeístas de derechas como los integrantes de la CDU.

La verdad es que, de momento, las socialdemocracias ya no pueden generar y
mantener la influencia de antes, lo que ha llevado a una severa disminución de su
poder en varios países, pero en ninguna otra parte al nivel de lo que ocurre en Europa.
El cambio demográfico como el envejecimiento de la población, el auge de políticas
identitarias en cuanto a religión y cultura, han desplazado la política tradicional de la
izquierda, que no se encuentra libre de escándalos de corrupción por su falta de
liderazgo y visión.

En Europa y en el mundo, si los socialdemócratas no quieren enfrentar su final, deben
con urgencia tener autocritica en primer lugar y dejar de cargar la culpa al pueblo de
las cosas que ellos mismos hacen mal. De lo contrario, deben olvidarse de mantener
el poder o ganar elecciones cada ves que la democracia hace su noble llamado a
elegir con un solo voto a los representantes del poder legislativo y ejecutivo de cada
nación libre, en donde uno puede asegurarse que sus intereses sean respetados.