La protección, el amor y la atención, constituyen condimentos fundamentales en el proceso de desarrollo de un ser humano y, a la vez, también forman parte de los parámetros de una crianza positiva, que ayuda a alinear de acuerdo a las costumbres el carácter y la personalidad de un individuo.
“El ser humano desde su epigénesis lleva consigo la carga temperamental tanto de la familia del padre como de la madre. Con la crianza, se empieza a controlarlo forjando el carácter, que también se ve afectado por factores ambientales y el contexto en el que se desarrolla la persona”, recordó la psicóloga Gloria Petters.
En este proceso de desarrollo de la personalidad de cada individuo, la crianza juega un rol fundamental, pues sirve de guía a la hora de implementar lineamientos básicos como la higiene personal o aptitudes más complejas como las habilidades blandas: la inteligencia emocional para lidiar con las dificultades.
“Los parámetros de una crianza positiva se reflejan a lo largo de la vida, empezando con costumbre de limpieza y, a continuación, hábitos de conducta, que hacen a un adulto funcional. Cuando hablamos de funcionalidad, nos referimos a un ser humano que puede desenvolverse con todas sus habilidades centrales, ya sean sociales o emocionales. La crianza determina que tan hostil o pleno puede ser el mundo para una persona”, señaló.
MALTRATOS
Aunque atenten contra la dignidad del ser humano, aún persisten en las formas de crianza nacional ciertas prácticas de maltrato psicológico y físico para “alinear” el carácter de los niños.
“El ser humano aparece en su estado más puro y va adquiriendo los hábitos según el contexto. Actualmente, está fuera de la visión de la dignidad del ser humano recibir castigos a nivel físico y psicológico, pero muchas familias siguen utilizando estas prácticas, que no están prescritas. A nivel de la rama de la psicología, se utiliza la verbalización para poder dar un lineamiento a la conducta del niño”, recordó.
Una crianza marcada por maltratos físicos y psicológicos puede dejar secuelas severas en el desarrollo de un individuo, sostuvo Petters.
“Las secuelas más frecuentes en el ser humano sometido a vejámenes físicos o psicológicos son la inseguridad la baja autoestima, el descontrol emocional y, sobre todo, la desconfianza en uno mismo y los demás. Esto dificulta plenamente el desarrollo dentro del ámbito social”, concluyó.