Por Carlos Ibarrola
El miércoles 2 de septiembre Mario Abdo debía reunirse con Horacio Cartes para acordar el fortalecimiento de su desprestigiada alianza Concordia Colorada. Cuando ya estábamos preparados para una nueva edición del conocido pacto de impunidad y el correspondiente abrazo republicano, el Gobierno tenía otra agenda para la prensa, una sin precedentes, que quedaría para la historia, para la vergüenza y para el peso de nuestras conciencias.
El Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) es por mucho, el tema más polémico en la sociedad. Hay quienes creen en el grupo armado, así como hay quienes dudan de su existencia real y aseguran que es un instrumento político, una gran cortina de humo para los gobiernos de turno. Otros, que es una mezcla de ambos. Lo cierto y concreto es que hace tiempo no teníamos novedades y hoy, como en otras tantas ocasiones, aparece como a pedir de boca para un Gobierno asfixiado por su propia incompetencia y corrupción.
Transcurría el día miércoles cuando el Gobierno comunicó la existencia de un enfrentamiento producto de un “exitoso despliegue” con el grupo criminal —nada más véase la portada del medio oficialista—. Al parecer, por vez primera en 15 años —y más de cien millones de dólares después—, la “inteligencia militar” de las Fuerzas de Tarea Conjunta (FTC) habían dado un resultado positivo. Ante la incredulidad de la sociedad toda, se filtró la noticia de que habría sido abatida en el enfrentamiento, Magna Meza, importante referente y lideresa del grupo armado.
En una acción sorprendentemente innecesaria, Mario Abdo se traslada al lugar de los hechos, imaginando que el “exitoso despliegue” le daría un balón de oxígeno a su gestión marcada por la corrupción, el servilismo y la incompetencia. Nomás al llegar, se encargó de tomarse una icónica fotografía, armado y mirando al horizonte, rodeado de algunos agentes militares, cual si estuvieran haciendo algo bien.
A las pocas horas, la patriótica fotografía se convertiría en una pieza dantesca al filtrarse la noticia de que las abatidas habrían sido dos adolescentes de nacionalidad argentina y no la lideresa del grupo insurgente. Poco a poco, el operativo iba poniéndose a tono con Mario Abdo, sin resultados, incompetente y marcado por la corrupción. El presidente y todos los presentes debieron ser conscientes de ello, y por esta razón habría enterraron rápidamente los cuerpos, no sin antes fotografiarlas sin vida y con sus supuestos uniformes.
Las declaraciones de Abdo fueron confusas y cantinflescas. Concentrado en el tamaño del campamento dijo sin ruborizarse que allí se encontraban los líderes del EPP, aproximadamente 14 personas que supuestamente habrían huido, todas, aun cuando se encontraban heridas y acorraladas. La vergüenza empezaba a tomar otras proporciones, todos aquellos que conocemos la lucha entre las FTC y el EPP, ya sabíamos que no tenían a nadie, y crecía la duda razonable respecto de la real existencia de tal enfrentamiento a cada momento.
Pasaron las horas y parte de la verdad saldría a la luz. No sólo no era Magna Meza, tampoco eran guerrilleras, ni siquiera eran adultas. Aquellas fuerzas que nos cuestan USD 14.000.000 al año, habían ejecutado a dos niñas de 11 años de edad, con el apoyo y el respaldo del Presidente, en un operativo “exitoso e histórico”. Para que usted se haga una idea, querido lector, serían niñas de quinto grado de primaria.
Entre tantas mentiras y tanta tierra servida sobre los inocentes cuerpos de dos niñas de 11 años, es difícil llegar a la verdad, más aún cuando el gobierno se empeña en ocultarlo. Hoy, sectores denuncian la ejecución extrajudicial de dos niñas de quinto grado, por la espalda, alegando que las vistieron con uniforme militar únicamente para la foto. Posteriormente, las enterraron de inmediato, tratando de ocultar bajo tierra su inmoralidad, sus pecados y su vergüenza.
El holding de medios oficialistas —y los aliados— hablaron ayer de que niños son utilizados por la guerrilla y dicen que ambas eran adolescentes. Hay que llamar a las cosas por su nombre, eran niñas y, aun cuando a los guerrilleros se les ocurra mañana usar bebés, las fuerzas militares no pueden ir ejecutando todo bulto que se les cruce, además, sin importar cuánto se esfuerce una niña de 11 años en parecer una guerrillera —si ese fuera el caso— ellos también son víctimas del grupo que los recluta. En un país con estado de derecho, estas deben ser rescatadas, recuperadas, protegidas y reinsertadas a la sociedad. Nunca ejecutadas mientras huyen por sus vidas perseguidas por militares, fotografiadas sin vida, expuestas como trofeo de guerra y enterradas sin respeto alguno a la vida ni a sus familias, a manos de un gobierno criminal, nuestro gobierno, los que nos quieren hacer creer que no pueden ver la diferencia entre una mujer de casi 40 años (Magna Meza) y una niña de 11.
En cada familia paraguaya habrá un niño de esta edad, con suerte cursando el quinto grado, sólo basta con imaginarlo ejecutado por militares corruptos para entender la gravedad del hecho, no sería la primera vez. Usted podrá decir que su hijo nunca estará en esas circunstancias, pero lo cierto es que los asesinatos extrajudiciales no son una innovación de Mario Abdo, hoy todavía nos preguntamos ¿Qué pasó en Curuguaty? ¿Por qué la justicia nunca llego para los ocho jóvenes asesinados en el marzo paraguayo de 1999? Todavía exigimos justicia para Rodrigo Quintana asesinado en marzo de 2017. La verdad inobjetable, querido lector, es que el Gobierno cada vez dispara más cerca suyo, mío, y más cerca de nuestros hijos. La innovación de Abdo no es otra que la de alcanzar un nuevo nivel de inmoralidad: asesinar niñas. El terrorismo de estado que ejerce este gobierno y su servilismo para con el poder fáctico del crimen organizado nos han convertido en claramente en un estado fallido.
Así, la corrupción política y la mafia organizada conservan el statu quo, escribiendo la historia con sangre, la de nuestros campesinos, la de nuestros jóvenes y la de nuestros niños. Lo cierto y concreto es que, sin importar qué o cuánto se encuentre en los supuestos campamentos del EPP, la única pregunta que hoy debe responder este gobierno es ¿quién pagará por las vidas de estas niñas?
Mientras tanto, como paraguayos, deberíamos preguntarnos si este es el Paraguay que queremos, el Paraguay de las ejecuciones y las mentiras, el Paraguay que entierra la verdad con el silencio de los inocentes.