“Cuando nos conocimos me dijo que no quería nada serio, pero aun así yo le quería en mi vida y ya hace un año que salimos. No veo ningún cambio, me sigue teniendo en la sombra, no quiere compromiso, y yo no sé qué hacer, ¿irme de su vida sería lo más sano? ¿O sigo intentando hasta que reconozca lo nuestro?”.
“Tengo miedo a decirle que sí a un noviazgo, no quiero perder mi confort, mi libertad, tampoco estoy seguro que sea la persona adecuada para mí…”.
Las relaciones de pareja nunca son fáciles. Algunas personas se deslizan en ellas con naturalidad y sin ansiedad, pero para otras, establecer y mantener una relación representa una fuente de tensión considerable.
Para entender mejor el dilema, definamos ¿Qué es el miedo al compromiso? Se trata del temor a mantener una relación a largo plazo, si se le presiona a esa persona para que se comprometa, probablemente pondrá fin a la relación, aunque luego se arrepienta.
Según la psicóloga Liliana Sandoval, las causas del miedo a comprometerse pueden ser varias, pero nos encontramos con el miedo a perder algo, ya sea nuestra independencia, libertad o a perder el control sobre nuestra vida y nuestros sentimientos.
Hay personas que han desarrollado un fuerte sentido de la autonomía, por lo que rechazan a nivel inconsciente la idea de mantener una relación que pueda crear lazos de dependencia. También muchas personas con miedo al compromiso creen que no serán capaces de cuidar de alguien, porque están demasiado ocupadas y no saben cómo lograr que sus mundos confluyan, o tienen miedo que las cosas salgan mal y sufrir, por eso no se entregan del todo cuando conocen a alguien.
En otro de los casos, el miedo al compromiso proviene de una mala historia sentimental, puede hacer una generalización errónea y pensar que todas las relaciones serán así. También las heridas de la infancia pueden estar en la base del miedo al compromiso, abusos durante la niñez o si ha estado expuesta a una dinámica familiar complicada.
CONSEJOS PARA SER MÁS FELICES
“Este fenómeno se da más en las personas más jóvenes, primero porque los chicos de 20 y algo están en una adolescencia tardía, por más que trabajan estudian, son profesionales, se demoran más en irse de la casa, se sienten cómodos, asumir un compromiso significa dar mucho, tiempo, energía, y hay un recelo hacia el invertir en el otro”, apuntó Sandoval.
Agregó que cuando la otra persona plantea el “qué somos” hay una mirada de “por qué hay que ponerle un nombre”, tiene que ver con la época en que vivimos, con las redes sociales. Hay un cuestionamiento del “para qué”, “en qué me va a servir el compromiso si así estoy bien”.
Cuando una persona quiere un noviazgo y la otra no, la psicóloga afirmó que primero uno debe conocerse a sí mismo, saber qué queremos. El ser humano es muy cambiante, hoy puedo decir quiero verde y mañana quiero azul. Por ejemplo, salgo una noche con mis amigas y quiero conocer a alguien, pero resulta que me reí tanto y la pasé tan bien que olvidé mi propósito.
“Cuando nos conocemos y nos damos cuenta que queremos una relación, hay que hablarlo, encontrar el momento justo y la persona justa, poner las cartas sobre la mesa, decir qué necesitamos, afecto, no enojados, ni exigiendo, porque el amor no se exige, se gana”, explicó la experta.
La pregunta es ¿cuánto le importas a la otra persona para que tome en cuenta tus necesidades?, pero quedarse de sumiso o sumisa para no perder una relación no está bien porque ahí entra el juego la autoestima y el amor propio.
“Me tengo que querer a mí misma, despertarme, saludarme, cuando alguien te ve espléndida, sonriente, que sabes estar sola, qué hombre no quiere una mujer así. La pareja debe ser algo que te suma, y si no está no podés tirarte a derramar lágrimas, sino seguir haciendo tu vida, las cosas que te gustan así, por eso no es bueno cuando alguien está en pareja apartarse de las amistades, de las cosas que le gusta. Está bien volcarse en la pareja, dar amor y tiempo, pero deben tener un espacio para ambos”, acotó Sandoval.
También refirió que si las cosas no funcionan una vez que pusiste las cartas sobre la mesa y dijiste esto es bueno y esto no, ver si pueden seguir o dejarlo de lado y abrirse a un sinnúmero de oportunidades.
“No hay que poner la responsabilidad de la felicidad en otra persona. Si vos sos feliz es porque sabes lo que querés, hacia dónde vas, la otra persona es divertida, te hace compañía, bueno, pero no es el dueño de tu felicidad, y si se va, tu felicidad se queda con vos, y luego va a aparecer otra persona y podés depositar esa capacidad de amar que desarrollaste”, destacó la experta.
LA TERAPIA ANTE EL MIEDO
El miedo se trabaja, a decir de Sandoval, y vos mismo te vas a ir dando cuenta y archivando algunas cosas en un cajón. Comparó al cerebro con una biblioteca, puede ser que estén los libros ordenados, limpios o todos tirados, pero material para bien y para mal hay un montón.
“El miedo también viene de pensar demasiado, ¿y si esto me sale mal? “si me deja”, “si me pasa lo mismo que a mis padres”, pará, frená, está todo bien, hay que vivir, dale un estate quieto a esos pensamientos negativos. Esa persona llegó a tu vida para hacerte bien, ojo, si te das cuenta que no era tan buena persona o había algo mal, ahí buscas una salida, pero si todo está bien, disfrutá, si después te separás, podés estar con vos misma y hay que aprender a disfrutar eso”, concluyó la psicóloga.
¿Reconoces algunos de estos signos?
Te cuesta tomar decisiones personales porque le temes a los cambios.
Eres muy independiente y te aterra la idea de depender de alguien.
Te gusta tener todo bajo control, incluso a las personas que conoces.
No te resulta fácil expresar tus emociones y sentimientos.
A veces te sientes inseguro/a.
Valoras por encima de todo tu libertad y te atemoriza la idea de perderla.
Te sientes un poco incómodo/a con la intimidad porque no te gusta compartir tus emociones más profundas.
Estás muy orientado/a al logro de tus objetivos, hasta el punto que en muchas ocasiones el resto de las cosas son secundarias.