Tan elevado resultó ser el clamor por un poco de lluvia durante este año, que finalmente el sábado tuvimos una respuesta furiosa. Sin tormenta y sin ningún tipo de catástrofe, nuestros servicios de agua y luz son intermitentes y de baja calidad. Ni siquiera vale aclarar que barrios enteros siguen sin servicios de luz y agua desde el fin de semana.
Claro que podemos empatizar con la situación y decir que no se trató de una tormenta habitual. Árboles, columnas, murallas, tendidos eléctricos caídos formaron una escenografía dantesca en varios puntos del país. Hasta donde leí, no hubo víctimas fatales, al menos un punto para celebrar.
Pero aquí quiero dar al menos, libertad ambulatoria, a la principal sospechosa de estos destrozos: la tormenta.
¿Quién tuvo la culpa de que se derrumbe las casas de paja y de palillos de madera de los cerditos en la fábula?¿El lobo o los cerditos, que no realizaron una planificación de los peligros existentes?
La tormenta y el lobo son los inocentes en estas historias. Los cerditos que nos gobiernan, construyendo soluciones de paja a precio de oro, que velan simplemente por parches populistas en lugar de medidas de fondo que puedan dar una respuesta definitiva a los problemas que nos impiden crecer como sociedad. Al día de hoy, realmente cuesta visibilizar las acciones que justifiquen al menos la existencia del Estado. Lo que se sostiene en este país es gracias al sector privado y la sociedad civil. Todo lo demás, paja y palillos de madera que los cerditos usan de manera poco inteligente para beneficio propio. Lo único que el viento no se llevó, son esas ganas de seguir rifando dinero público entre amigos, populismo y pago de favores. Los cuentos para niños tienen también muchas lecciones para adultos, ojalá nuestros cerditos se atrevieran al menos a leerlos.