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Licencia para enchastrar

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El Código Electoral proporciona la base legal y la justicia electoral el silbatazo de partida. El país ya es ahora un enorme mural lleno de consignas grandilocuentes y de gente sonriendo sin explicación.

Claro que ya hemos estado viviendo una pretemporada de pintarrajeados de tono electoral a manos de los violadores de siempre, los que juegan al límite por orden de sus mandantes, los candidatos en carrera. La lenidad que en materia punitiva impregna la ley electoral permite estos jueguitos de vivillos. Cuando a algún empingorotado político en carrera es interpelado por permitir que se haga propaganda fuera del tiempo admitido por el código, la respuesta siempre es la misma: “Son correligionarios entusiastas que actúan por su cuenta, yo no puedo prohibirles que lo hagan…” y sandeces por el estilo. Lo que el hipócrita calla, aunque todo el mundo lo sepa, es que la pintura, las pancartas, los afiches, los volantes, los vehículos y los pintores de brocha gorda fueron comisionados por el candidato con dinero escamoteado al erario público. La limpieza de toda la porquería electoral dejada por las campañas también deberá pagarse con dinero del contribuyente.

Si hay algo difícil, casi imposible, de cambiar son los comportamientos consuetudinarios, es decir, los que se originan en costumbres cuyas raíces se hunden en el tiempo. Los políticos y sus cuadrillas de embadurnados se consideran, en tiempo electoral, dueños de ciudades, avenidas, calles, muros, cercos, postes de servicios públicos, árboles y hasta el mismísimo pavimento que está siendo incorporado como valioso e inacabable lienzo para pintores temerarios y bajo consigna. Toda esta actividad de polución visual se realiza a la vista y paciencia de quienes debieran aplicar las normativas que limitan la cantidad de propaganda electoral instalable en la vía pública.

Las pancartas que cruzan las calles, los afiches pegados en interminables galerías y la yuxtaposición de murales -borrando el último la consigna del penúltimo- convierten el país en un paisaje tercermundista de la peor especie. La primera impresión que recibe el viajero que llega a Asunción es la de un enchastre visual y un caos al lado de los cuales, ciudades como Kampala o Mogadishu son Copenahgue.

¿Alguien se atreverá a poner fin a este cambalache?

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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