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La sociedad del espectáculo

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Nada refleja tanto el carácter de los EE.UU. como el hecho de darle un valor enorme al entretenimiento. No en balde es su tercera industria y mueve millones de dólares cada minuto en distintos formatos.

Estuve el sábado en Broadway en uno de ellos. El musical de Disney “El rey león” que tiene años en cartelera y representación en varios países estaba lleno.

La historia es tan antigua como el hombre mismo y sigue generando público luego de dos años de quietud en uno de los sitios más concurridos del mundo: Times Square.

El teatro que lo acoge tiene 1.621 butacas, es del año 1973 y el sábado pasado estaba completamente lleno. Un cálculo rápido de los valores de las entradas podría haber dejado en la boletería más de US$ 250 mil. Era la sección de la siesta, había otra más prevista para las 20 horas.

La oferta de los musicales es grande, abundante, variada y con lleno completo siempre. Solo en este espacio de Manhattan se pueden sumar varios millones de dólares diarios en un negocio de nunca acabar. Las luces de neón y los carteles con una calidad digital de proyección llevan al viandante a ser parte del mismo espectáculo y productos que se ofertan.

“Los gringos saben hacer show”, me dice alguien que me acompaña mientras compra los productos del merchandising que se oferta en combos de US$ 70. La fila para el pago dificulta la salida de los espectadores.

El espectáculo se ha convertido en una variable política que distrae concentrarse en otros temas más densos como el juicio de dos actores Depp y Amber Heard que protagonizaron lo que los españoles llaman “un culebrón” de acusaciones mutuas que acabó con la derrota en los tribunales de la mujer obligada a pagar una multa de US$ 15 millones luego de escuchar revelaciones que harían palidecer a los tabloides de subido tono.

A los americanos les gusta esto. Recuerda el caso de Lorena Bobbit, una ecuatoriana que cortó el miembro de un consorte por maltratos. Las hinchadas se dividen a favor y en contra poniendo lo que escuchan en contextos sociales más amplios que hacen que la ola tome una altura inusitada. Se dirá a quien no le gustan los escándalos y más cuando son protagonizados por referentes sociales pero nunca lo es más en un país que hizo del espectáculo su manera de ser, algo que hace parte de su ethos cultural.

El teatro de la vida
El espectáculo llegó al poder con Donald Trump y todavía su sello sigue marcando la política no solo republicana sino nacional. Sigue para muchos siendo el mejor payaso pero con claridad sus modales y formas acercan a ese mundo que utiliza referentes del arte como vehiculizadores de miedos, frustraciones y angustias.

La historia del cine que en este país es una referencia reiterada y constante ha sido completa en términos de contar una realidad que los protagonistas reales eran incapaces de contar de la manera como guionistas, actores y directores si lo pudieron hacer a través del séptimo arte.

El teatro aquí en Broadway cuenta las mismas historias de siempre. El amor, el desamor, odio, el resentimiento y otras maneras de expresión de la personalidad humana nacen y mueren todos los días en un país donde el espectáculo no solo hace parte de su vida cotidiana sino que es la expresión más genuina que se evade también a través de sus distintas versiones expresadas.

La vida de este país pasa como las del vendedor de Tennessee Williams cuya obra “Un tranvía llamado deseo” sigue ofreciéndose en una New York que simboliza claramente sus opciones de evasión, de miedos y angustias que viven en un ambiente demasiado pesado para vivirlo sin capacidad de escapar dentro de ese mismo espectáculo.

Benjamín Fernández Bogado
Benjamín Fernández Bogadohttps://benjaminfernandezbogado.wordpress.com/
Doctor en derecho, periodista y profesor universitario. Ha realizado estudios de post grado en las Universidades de Navarra (España), Oxford (UK) Minnesota, Syracuse y Harvard de los EEUU. De esta última ha sido Visiting Scholar en el 2008.