Malgastemos un poco de tiempo y valioso espacio preguntándonos: ¿Cuánto vale la palabra de un político? Cada día resulta más difícil saberlo desde el momento en que se están consagrando los políticos multipropósito que se presentan hoy para un barrido y mañana para un fregado. Tenemos ministros itinerantes que regentean la seguridad nacional luego de hacer una pasantía en los oscuros vericuetos de la industria y el comercio sin hacer ascos, finalmente, a las sinuosidades de la política exterior.
Hay un expresidente de la República que después de vacacionar en una embajada y sobrevivir a continuación en el rigor de la llanura se hizo cargo de una binacional con el mismo talante que décadas atrás mostrara como escribiente de una redacción. Las direcciones generales y consejerías de entes públicos son un destino apetecible para ex caudillos que se volvieron molesta competencia para los patrones de turno de la política. ¿Precandidato a intendente con peligro de encarajinar algún proyecto partidario oficial? Hay que negociar y ofrecerle sustanciosas ventajas a cambio de que resigne su aspiración intendentable para bajar un escalón y candidatarse a concejal. Todo es negociable.
¿Recuerdan cuando el hoy flamante ministro de las Tecnologías de la Información y Comunicación proclamaba a los cuatro vientos su precandidatura a intendente de Asunción?
Dijo, por ejemplo: “La gente está harta de los problemas de siempre, mucha gente está molesta con la política y los políticos, solicitan una renovación en Paraguay”. Y también: “Tengo el sueño de que mis hijos puedan vivir en una ciudad parecida a la que viví cuando era chico, podía agarrar mi bicicleta y salir en el barrio. Una ciudad en la cual se podía disfrutar de los espacios públicos…” Y cosas parecidas. Y cuando uno incluye a sus hijos en su proyecto político da una imagen de seriedad… Qué le pasó a don Brunetti que mandó a pasear su precandidatura a intendente de Asunción y se conforma con un ministerio que tiene en sus planillas de personal la más alta tasa de jefes por empleado raso. Por lo visto, el sueño que incluía a sus hijos terminó desvaneciéndose.
Preguntamos de nuevo: ¿Cuánto vale la palabra de un político? Como hemos visto, muy poco, casi nada. Hasta los que hablan de renovación repiten viejos vicios.
Y así es imposible cambiar algo.