Nuevamente salen a la luz casos de maltratos y acusaciones de torturas en la Academia Militar, tema recurrente con distinta fuerza en diversas ocasiones, lo que trae a debate dos puntos interesantes: ¿Es realmente necesario invertir tanto dinero en las Fuerzas Armadas en un país con carencias en básicamente todos los ámbitos? ¿La violencia o tortura hacia los “bichos” puede ser justificada como proceso pedagógico?
La respuesta obvia va de la mano del no, pero sorprende leer y escuchar la reacción de diferentes personas que justifican la estructura militar en la cual se invierten cientos de millones de dólares al año y los falsos románticos que justifican y celebran el uso de la violencia durante el proceso de formación.
Mi pregunta más que sincera al Ministerio de Defensa sería sobre qué peligro inminente estamos formando soldados e invirtiendo en armas ya contando con una Fuerza de Tareas Conjunta que invierte miles de millones de guaraníes de los contribuyentes, con resultados muy pobres y durante meses, nulos. ¿Cuál es la ilusión de que, si nuestras fuerzas de élite no pueden detener a un puñado de paramilitares escondidos en un bosque, nuestras Fuerzas Armadas puedan hacer frente a una amenaza extranjera? Las Fuerzas Armadas no deben extinguirse, deben tomar el rol de Guardia Civil y estar al servicio de la ciudadanía ante catástrofes, accidentes, crisis climáticas y otros.
Pero no deben estar pensadas desde la carencia, en una fuerza ofensiva. Me refiero a carencia en el sentido de que nuestras Fuerzas Armadas no cuentan con la capacidad bélica de hacer frente siquiera a ninguno de nuestros países vecinos, en el caso de que el día de mañana exista un conflicto, cualquier defensa u ofensa que realicemos puede ser detenida o destruida casi al instante. Necesitamos renovar las Fuerzas Armadas, su carta orgánica y su misión para con la Patria. Tenemos ejemplos muy cercanos y exitosos donde se ha reconvertido a la institución para beneficio de todos los ciudadanos y no solamente para unos pocos y para que en los desfiles todos estén con sus botas perfectamente lustradas. Y por otro lado, no menos importante: ¿Qué podemos esperar de un joven que durante su formación es maltratado, denigrado y humillado sistemáticamente? ¿Puede ese joven convertirse en un ciudadano que sirva con amor a la patria, sin resentimiento o deseo de venganza? La pedagogía del garrote es un concepto errado desde su génesis, porque no puede existir una pedagogía que se cimiente en cualquier tipo de violencia. Podemos hacer la vista gorda o podemos exigir que evolucionemos como sociedad.