No es ningún secreto que la inversión en ciencia y tecnología en el Paraguay es una de las más bajas del continente con resultados más que elocuentes. Aún así, debemos señalar que al menos presupuestariamente se ha estado haciendo un esfuerzo considerable por mejorar indicadores esenciales. Mientras en 2011 el gasto en CyT era el equivalente del 0,04% del producto interno bruto (PIB), en 2017 ese porcentaje había subido al 0,15%, aún muy lejos del promedio latinoamericano del 0,75% y de países líderes en la materia como Brasil (1,25%), Argentina (0,55%) y Uruguay (0,49%), según el reporte 2018 de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología de Iberoamérica (RICYT).
Para medir la eficiencia del gasto en CyT, las consultoras y organizaciones que estudian el sector tienen en cuenta una multiplicidad de factores, como la cantidad de graduados en educación superior (por disciplina), los registros de patentes por ítems como licencias otorgadas, tasas de dependencia, tasas de autosuficiencia y coeficiente de invención. El capítulo dedicado a los indicadores de innovación es particularmente abundante en variables que abarcan prácticamente todas las actividades, desde las creativas hasta las investigativas.
La gravitación que la ciencia y la tecnología tienen en el desarrollo es materia permanente de estudio por parte de organizaciones y especialistas. Melina Furman, bióloga por la Universidad de Buenos Aires y doctora en Educación por la Columbia University, afirma que “la alfabetización científica ha sido declarada una meta educativa prioritaria para a la formación de ciudadanos competentes en las sociedades actuales y futuras, profundamente atravesada por los avances científicos y tecnológicos”. En esta visión coincide Bill Gates, el creador de Microsoft, cuando dice: “La tecnología no hace que la gente sea menos inteligente.(…) Tecnología es dejar que las personas consigan mejores respuestas a sus preguntas y sean más curiosas, haciendo más sencillo encontrar soluciones prácticas a problemas complejos”.
En estos días en que se discute cómo invertir más en investigación en el aula universitaria, viene bien recapitular hacia dónde enfocar esos recursos, si a las jerarquías inertes y estériles o a las mentes jóvenes en busca de horizontes de innovación.